Monseñor Nácher “Las prisas nos caracterizan a nosotros y la paciencia a Dios.

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En la homilía para este domingo XVI del Tiempo Ordinario, monseñor José Vicente Nácher VI Arzobispo de Tegucigalpa les expresó a los fieles presentes en la Catedral Metropolitana que l primera lectura del día nos dispone sobre todo a comprender la parábola del trigo y la cizaña, la cual hace referencia a un gran misterio de nuestra realidad: la convivencia entre el bien y el mal.

“ La mayoría de nosotros quisiéramos que ya fuera arrancada la cizaña, o cuanto menos, dejará de venir el “enemigo” a sembrarla. Como dicen, bastante tenemos con nuestras propias debilidades, que, si además nos hacen daño desde fuera, sufrimos mucho.  Es un misterio en definitiva Cristo es el que lo asumen en la Cruz, el perseguido y el que carga con la culpa “destacó

Al igual preguntó ¿Por qué Dios permite que el mal nos siga golpeando? No es fácil la respuesta. O, más aun no nos conformemos con respuestas fáciles, porque la respuesta de Dios, es que sigue manifestándose muy indulgente con todos, aunque bien nos aseguraba Jesús que “no hay nada oculto que no llegue a saberse”.

Las prisas nos caracterizan a nosotros y la paciencia a Dios

Al igual destacó que la cizaña será apartada y quemada. Porque el mal es fruto del pecado, se identifica con la muerte. Las prisas nos caracterizan a nosotros y la paciencia a Dios.

Además, resalto monseñor Tatay que un Dios que se revela siempre a pesar de la incomprensión, nuestra del el egoísmo, la maledicencia de los hombres. Más aún, un Dios que, en medio de tantas injusticias, persevera en su justicia.  Un Dios clemente y compasivo, cuyo reino empieza en lo pequeño, -como una semilla de mostaza-, pero que crece y hace crecer la masa como levadura del mundo. Ese es nuestro papel que poco puedo hacer, levadura el Señor hace el resto

Asimismo expresó “  podríamos decir, ¿no es acaso la indulgencia una bella parábola del poder de Dios? Mientras nosotros queremos mostrar nuestro poder con intransigencia, castigo y fuerza, Dios, conforme se a su encarnación, sigue mostrando su poder en la paciencia, la indulgencia y la fragilidad.

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