Reflexión | Dar pasos a favor de la familia

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

El Papa Francisco ha llevado adelante otra hermosa reunión universal en estos días al presidir el X Encuentro Mundial de las Familias. No hay nada más importante y por eso más atacado en estos días que la familia. Este grupo tan importante para la sociedad lo es todo. No sé cuántas veces lo habré escrito en este espacio. De una familia, de su formación, cercanía y acompañamiento depende todo.

Hay familias ejemplares que ayudan a los hijos a ser mejores y lamentablemente hay algunas familias que educan para delinquir, vuelven el mal un negocio. No es de extrañar que el Evangelio se cumpla tan claramente en las familias cuando se dice que “Un árbol bueno produce frutos buenos y un árbol malo produce frutos malos”. En uno de los pocos debates políticos que se organizaron varias décadas atrás, el candidato ganador empleó el mismo Sermón de la Montaña para recordar que “por sus frutos los conocerán.”

¡Cuánto dolor ver familias que se pierden y pierden a los pueblos por su arrogancia y prepotencia! El Papa ha insistido tanto en la idea de que en la familia se debe “caminar juntos, dialogar juntos”. Diríamos en buen castizo: juntos pero no revueltos. Una familia no debe revolverse con los criterios de este mundo, porque entonces no hay academia ni título que le salve. No hay futuro para nadie si se pierde la familia.

Si algo puede servirnos a todos para mejorar nuestro proyecto de familia, es prestar mucha atención a los 5 “pasos” que nos propuso el Papa. No es casualidad que el primero de ellos sea el camino hacia el matrimonio. Sin caer en los particularízanos y situaciones puntuales, tenemos que defender, “a capa y espada”, que la base de la familia y por ende de la sociedad, es el matrimonio. Por eso la lucha que no debe de cejar, no se debe permitir que se le llame y se le dé categoría de matrimonio a lo que ni remotamente debería tenerla.

La vida familiar no es fácil. El matrimonio no lo es tampoco, pero nos recuerda el Santo Padre que tampoco es que sea imposible y por eso hay que saber dar un paso más hacia abrazar la propia cruz y la cruz de la vida familiar. Por eso, abrazar la cruz es aprender a vivir en el perdón, otorgado y recibido. Un perdón que nos encamine hacia una mayor capacidad de aceptación del otro y que construya la fraternidad.

No podemos pues, cansarnos de trabajar en bien de nuestras familias. Si construimos familias sólidas, cimentada sobre valores cristianos, nuestra sociedad puede cambiar. En un ambiente como el nuestro en el que cada día se exigen cambios inmediatos nuestra opción debe ser siempre a largo plazo, no con soluciones fáciles o reducidas a satisfacer inclinaciones particulares que por demás quieren ser impuestas a rajatabla.

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