¿Por qué el Señor nos pide lo mismo todas las Cuaresmas?

Por Adela Flores

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La Cuaresma es un tiempo de cuarenta días de preparación y conversión para llegar renovados al día de la Pascua. Esos cuarenta días nos recuerdan, entre otros episodios bíblicos: los 40 días del diluvio, los 40 años del pueblo de Israel en el desierto rumbo a la tierra prometida, los 40 días de Jesús en el desierto antes de iniciar su vida pública…


Este tiempo del año litúrgico, es como la preparación de un atleta antes de presentarse a las olimpiadas; pero nosotros nos preparamos para vivir la Pascua. Es por eso que la Iglesia nos propone ejercicios espirituales, renuncias, confesión, ayuno, abstinencia, oración constante y actos concretos de amor al prójimo. Pero muchas veces, podemos caer en el error de considerar este tiempo como una simple repetición, un sinsentido que se da año con año. Sin embargo, no es un tiempo de cumplir simples prácticas cuaresmales de una manera superficial o de mortificación externa o por costumbre; al contrario, estas prácticas deben ser acompañadas por un cambio desde lo más profundo del corazón. Aprovechar para dar una mirada hacia nuestro interior.


Un buen ejemplo para reflexionar y entender la Cuaresma es la parábola de la higuera estéril (Lc 13, 6-9), en donde el dueño de la viña busca fruto en la higuera; pero al no encontrarlo, le pide al viñador que la corte. Sin embargo, este le pide un año más de gracia, darle una oportunidad para moverle la tierra, abonarla y regarla, para ver si de esta manera finalmente da fruto. ¡Eso es precisamente la Cuaresma! Es decir, el Señor nos está dando otra oportunidad más para rectificar nuestros errores, tomar un nuevo camino de vida y configurarnos con él. Por esta razón, este tiempo debe servir para encontrarnos con lo esencial; para experimentar ese silencio tan necesario en nuestra alma, y poder escuchar la voz de Dios, que habla en voz tan baja como un susurro de una brisa suave (I Re 19, 12); para conocer cómo y dónde está nuestro corazón, y la necesidad que tenemos de estar en la gracia de Dios. Como lo expresó el Papa Francisco: “El tiempo de Cuaresma es tiempo de conversión para renovar la fe, saciarnos con el agua viva de la esperanza y recibir con el corazón abierto el amor de Dios, que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo” (Roma, 11 de nov de 2020). ¡Ánimo, sigamos adelante! Aprovechemos esta nueva Cuaresma. Dejémonos abonar y regar, solo así daremos buenos y abundantes frutos.

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