25 años de servicio como delegado

Jorge Mejía cumplió sus “Bodas de Plata” como servidor de los demás a través del anuncio de la Palabra de Dios

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Dentro de la Arquidiócesis de San Pedro Sula, los Delegados de la Palabra de Dios, son una figura importante y valiosa ante la realidad de la escasez de sacerdotes. Jorge Mejía es delegado de la parroquia Nuestra Señora de Suyapa de la colonia López Arellano, es actualmente el coordinador Arquidiocesano y nacional del ministerio de Delegados de la Palabras de Dios. Nos comparte su testimonio.

M.R.: ¿Quiénes son Delegados de la Palabras de Dios?

Jorge Mejía: No es un movimiento, ni una asociación, es un Ministerio que colabora con los Obispos en el anuncio de la Palabra de Dios. Es una solución al problema de la escasez de sacerdotes, que ofrece al pueblo alejado de los templos una posibilidad de cumplir con el precepto dominical. Ser delegado es estar al servicio primero de Dios y del pueblo que le asignen.

M.R.: ¿Cuántos años tiene de ser delegado y en qué parroquia sirve?

J.M.: Tengo 25 años de servir como delegado en la parroquia Nuestra Señora de Suyapa de la colonia López Arellano.

M.R.: ¿Cuál es la labor que desempeña el delegado en su parroquia o comunidad?

J.M.: Es servir, dirigir, orientar a la comunidad, colaborar con el párroco para tener un encuentro con Dios en Jesús Sacramentado, llevarlo a la Eucaristía, preparar el camino para que la comunidad pueda tener un encuentro vivo con Dios. Los delegados respondemos al llamado que nos ha hecho la Jerarquía de la Iglesia y ejercemos el Ministerio profético, preparando y acompañando al pueblo a la vida sacramental y formando comunidades de fe, culto y amor en cada una de las parroquias y comunidades donde estamos asignados. Cuando el párroco no está asigna a los delegados para celebrar en las comunidades.

M.R.: ¿Cómo ha sido esta experiencia de ser delegado durante 25 años?

J.M.: Es una experiencia bonita en primer lugar, saber que Dios te ha llamado, que te has entregado a Él y a al servicio del pueblo. Servir a los hermanos de la comunidad, a los delegados en una formación, a los enfermos, a los alejados y escucharles es algo encantador, orientar a las familias a afrontar los problemas, a los jóvenes y a la comunidad en general. Como familia también tenemos que perseverar en la oración. Yo invito a los que han descubierto su vocación para ser delegados a que se acerquen a los coordinadores parroquiales, a un miembro de los delegados de su comunidad, hágale sentir que Dios lo ha llamado y que quiere servirle con compromiso.

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