Vaticano presenta documento sobre la eutanasia

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La Iglesia reitera que “la eutanasia es un crimen contra la vida humana”, y que “toda cooperación formal o material inmediata a tal acto es un pecado grave” que “ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo”.

Así se manifiesta en la Carta Samaritanus bonus (Buen Samaritano) de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida, presentada este martes, 22 de septiembre de 2020 en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

El texto, junto con la figura del Buen Samaritano, ofrece una breve referencia a la del Cristo sufriente, testigo partícipe del dolor físico, de la experiencia de la precariedad e incluso de la desolación humana, que en Él se convierte en un confiado abandono al amor del Padre.

En su intervención, el Cardenal Ladaria destacó que la enseñanza de la Iglesia en este tema es clara, como lo demuestran los conocidos documentos magisteriales como la Carta Encíclica “Evangelium Vitae” de San Juan Pablo II (25 de marzo de 1995), la declaración “Iura et bona” de la Congregación para la Doctrina de la Fe (5 de mayo de 1980), la carta de los operadores sanitarios de 2016 del entonces Pontificio Consejo para los Operadores Sanitarios.

Eutanasia legal

La carta es “un documento necesario”, según ha declarado el cardenal Luis Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ante las nuevas normas y leyes cada vez más permisivas sobre la eutanasia, el suicidio asistido y las disposiciones sobre el final de la vida.

Cabe recordar que son ocho los países en los que la eutanasia o el auxilio al suicidio son legales: Australia, Luxemburgo, Holanda, Bélgica, Suiza, Canadá, Estados Unidos (en algunos estados) y Colombia. Asimismo, los parlamentos de España y Portugal debaten leyes de eutanasia y Nueva Zelanda la someterá a referéndum.

“Incurable” no es sinónimo de “in-cuidable”

Todo el documento se centra en el sentido del dolor y el sufrimiento a la luz del Evangelio y el sacrificio de Jesús: “el dolor es existencialmente soportable sólo donde existe la esperanza” y la esperanza que Cristo transmite a la persona que sufre es “la de su presencia, de su real cercanía”.

“Curar si es posible, cuidar siempre”. Estas palabras de Juan Pablo II explican que incurable nunca es sinónimo de “in-cuidable”, recuerda la Santa Sede en la carta.

La curación hasta el final, “estar con” el enfermo, acompañarlo escuchándolo, haciéndolo sentirse amado y querido, es lo que puede evitar la soledad, el miedo al sufrimiento y a la muerte, y el desánimo que conlleva: elementos que hoy en día se encuentran entre las principales causas de solicitud de eutanasia o de suicidio asistido.

Cuidados paliativos

En el documento, hay una parte dedicada a los cuidados paliativos dentro del último capítulo “La enseñanza del Magisterio”. La Iglesia recuerda que los cuidados paliativos no son suficientes “si no existe alguien que ‘está’ junto al enfermo y le da testimonio de su valor único e irrepetible”.

En la carta precisan que “la definición de los cuidados paliativos ha asumido en años recientes una connotación que puede resultar equívoca”: En algunos países del mundo, las legislaciones nacionales que regulan los cuidados paliativos (Palliative Care Act) así como las leyes sobre el “final de la vida” (End-of-Life Law), prevén, junto a los cuidados paliativos, la llamada Asistencia Médica a la Muerte (MAiD), que puede incluir la posibilidad de pedir la eutanasia y el suicidio asistido.

Del mismo modo, advierten de una acción u omisión directa para procurar la muerte, por tanto ilícita cuando las intervenciones paliativas para reducir el sufrimiento de los pacientes graves o moribundos pueden consistir en la administración de fármacos dirigidos a anticipar la muerte o en la suspensión/interrupción de la hidratación y la alimentación, incluso cuando hay un pronóstico de semanas o meses.

Cuidado de la vida, responsabilidad del médico

“El cuidado de la vida es, por tanto, la primera responsabilidad que el médico experimenta en el encuentro con el enfermo”, subraya el texto. “Esta no puede reducirse a la capacidad de curar al enfermo, siendo su horizonte antropológico y moral más amplio: también cuando la curación es imposible o improbable, el acompañamiento médico y de enfermería (el cuidado de las funciones esenciales del cuerpo), psicológico y espiritual, es un deber ineludible, porque lo contrario constituiría un abandono inhumano del enfermo”.

“Aquellos que aprueban leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido se hacen, por lo tanto, cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo. Ellos son también culpables de escándalo porque tales leyes contribuyen a deformar la conciencia, también la de los fieles”.

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