UN HITO HISTÓRICO: LA VISITA DEL PAPA JUAN PABLO II

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El Papa, Juan Pablo II, arribó a Honduras el 8 de marzo de 1983. Centroamérica vivía momentos de enorme inestabilidad política. El gobierno civil dirigido en la presidencia de la República por el ciudadano Roberto Suazo Córdoba, del Partido Liberal, apenas tenía un año de función. El Arzobispo de Tegucigalpa y Presidente de la Conferencia Episcopal de Honduras, Monseñor Héctor Enrique Santos Hernández y el que fuera en ese momento su Obispo Auxiliar Monseñor Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, fueron quienes estuvieron al frente de la organización de la Visita del Santo Padre junto al Nuncio Apostólico.

El día martes 8 de marzo de 1983, arribó al País el “Emisario de la Luz” (como se le cantaba en el himno oficial), Su Santidad el Papa Juan Pablo II, siendo recibido en el Aeropuerto Internacional de Toncontín por la Conferencia Episcopal, el Presidente de la República, Roberto Suazo Córdoba, el Cuerpo Diplomático y una gran multitud de fieles, deseosos de ver al Sucesor de Pedro.

En su saludo a las autoridades y al pueblo hondureño el Papa expresó:

“Sean mis primeras palabras de sincero agradecimiento al Señor Presidente de la República por su amabilidad en venir a recibirme y por su cordial saludo de bienvenida, que da expresión a las visibles muestras de afectuosa acogida que todos me dispensáis y que me hace sentir en un clima de familia. Agradezco también al Señor Presidente, la amable invitación que me hizo, en unión con el Episcopado, para visitar la querida nación hondureña”.

Encontrándome aquí, quiero compartir con vosotros mi gozo y esperanza, como sólo puede darlos la bondad divina que me permite realizar este viaje apostólico. Por mi parte, y en correspondencia a vuestra entusiasta acogida, deseo estrechar en un gran abrazo de paz a todos vosotros: a los hermanos en el Episcopado que preside Monseñor Héctor Enrique Santos; a los habitantes de Tegucigalpa y a los demás que habéis venido de otras zonas del país; a los que en pueblos y caseríos, dentro de casa o en el campo, me estáis escuchando. Sabed que tenéis entre vosotros y con vosotros a un hermano, que camina a vuestro lado.

En cumplimiento de su misión apostólica, el Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal está presente en medio del Pueblo de Dios que avanza en suelo hondureño hacia la casa del Padre. Me habéis invitado a venir y, en el nombre del Señor, estoy entre vosotros. Quiero testimoniar también aquí, que Jesús es el Señor, el que ha resucitado de la muerte para dar la vida a todos los hombres. Y, a la vez deseo alabar al Señor por todas las maravillas que la gracia divina ha obrado en esta Iglesia en Honduras. Amadísimos todos: desde el primer momento de mi llegada, me habéis abierto las puertas de vuestro corazón. Yo también os reitero mi profunda estima y afecto. Que Dios bendiga a todos los que hoy me habéis acogido, personalmente o en espíritu. Que bendiga a cuantos encontraré en mi recorrido y a cuantos se unirán a mí en las asambleas de oración. ¡Que Dios bendiga ahora y siempre a todos los hondureños!”

Desde la hoy Basílica Menor de la Virgen de Suyapa, el Santo Padre Juan Pablo II, dejó un profundo mensaje sobre la presencia de la Virgen María en toda Centroamérica:

“Cuando ya está para concluir mi visita apostólica a la Iglesia que vive en estas naciones de América Central, Belice y Haití, he querido venir como peregrino hasta este santuario de Nuestra Señora de Suyapa, Patrona de Honduras, Madre de cuantos profesan la fe en Jesucristo. Desde esta altura de Tegucigalpa y desde este santuario, contemplo los países que he visitado unidos en la misma fe católica, reunidos espiritualmente en torno a María, la Madre de Cristo y de la Iglesia, vínculo de amor que hace de todos estos pueblos naciones hermanas.

Un mismo nombre, María, modulado con diversas advocaciones, invocado con las mismas oraciones, pronunciado con idéntico amor. En Panamá se la invoca con el nombre de la Asunción; en Costa Rica, Nuestra Señora de los Ángeles; en Nicaragua, la Purísima; en El Salvador se la invoca como Reina de la Paz; en Guatemala se venera su Asunción gloriosa; Belice ha sido consagrada a la Madre de Guadalupe y Haití venera a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Aquí, el nombre de la Virgen de Suyapa tiene sabor de misericordia por parte de María y de reconocimiento de sus favores por parte del pueblo hondureño”.

Y, desde San Pedro Sula, un breve pero hermoso mensaje a los obreros, deja un auténtico deseo que toda Centroamérica encuentre el camino de la paz y la justicia: “Debe respetarse la dignidad de todo trabajador y debe garantizarse el valor de su trabajo, todos los que están comprometidos en los procesos laborales habrán de convenir en la prioridad del trabajo sobre el capital como camino hacia el desarrollo industrial de estas naciones (cf. LE 12).

Ninguno ignora que muchas de las condiciones actualmente existentes son injustas; que las estructuras económicas no sirven al hombre; que tantas situaciones reales no elevan la dignidad humana; que la naciente industrialización crea ya un cierto grado de desempleo, particularmente dañoso para la juventud. La tarea que se impone es la de afrontar honestamente la complejidad de estos problemas en el plano económico social, pero más aún en el plano humano y cultural”.

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