¡Bienvenidos amigos todos al Nuevo Año Litúrgico! En él se nos acompañará con la lectura del Evangelio según San Lucas y lo iniciamos con este primer domingo de Adviento. Las lecturas de este tiempo están cargadas de imágenes que se graban en la fantasía del oyente y se meditan en la mente y el corazón. Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy son conocidas como parte del “discurso sobre las realidades últimas”, impresionan por el uso de imágenes tempestuosas y apocalípticas, típicas de esa época y usadas para indicar simbólicamente la irrupción eficaz de Dios en la historia confusa y escandalosa del hombre.
En este domingo llama la atención la imagen del día y de la noche. La oscuridad supone la llamada al sueño, la pesadez del cuerpo y del espíritu, el abandono inerte, la telaraña misteriosa de los delitos nocturnos, la hora del mal. El alba en cambio, la llegada del día advierte la victoria decidida a vencer la oscuridad, al sueño y a tomar en rienda la acción a favor de lo que el mismo día se hace embajador: la alegría, el canto, el trabajo, el amor.
Por eso el imperativo se anuncia: “Levanta la cabeza”, sinónimo de despertar, de agitar el corazón a la esperanza del nuevo día, que espera cosechar sus frutos. Y, para ayudarnos en todo este maravilloso proyecto está la Palabra de Dios, que se nos presentará en estas semanas, como armas que cumplen su maravilloso objetivo de “inquietar”, golpear como el martillo, o la espada, la sal o la lluvia que quiere empapar la tierra. Bien lo señala el profeta Amós: “¿Acaso resuena la trompeta en la ciudad sin que el pueblo se alarme? Ruge el león: ¿Quién no tiembla? (Am 3,6.8).
No hay un Adviento que despierte y mueva el corazón sin la Palabra de Dios. Cristo que ha optado por la luz del día quiere que sus discípulos salgan de la noche, del vicio, de la indiferencia, de los lazos que nos ligan a las cosas. Quiere que sus discípulos se pongan en pie y levanten la cabeza hacia la luz, el amor y la verdad. Entonces, hagamos emerger de esta liturgia de Adviento un nuevo retrato del cristiano: hombre de la justicia, peregrino por el camino recto, ciudadano del día y de la vida. Bienvenidos amigos todos al Adviento.