Señor, ¿Qué quieres de mi?

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Todos llegamos a la tierra con un propósito. El Señor siempre tiene un plan para nuestras vidas y es nuestra tarea descubrir cual es nuestra misión en el mundo. No solo venimos de paseo, debemos encontrar la razón de nuestro ser.

De acuerdo a la Iglesia Católica, existen cuatro vocaciones a las cuales podemos optar como forma de vida:

Matrimonio

Vocación a la cual acceden la gran mayoría de hombres y mujeres en el mundo, un Sacramento. Se trata de una preparación iniciada durante la etapa del noviazgo, donde las parejas deben conocerse entre si e ir preparando el proyecto de vida en conjunto, orientado hacia la unión en cuerpo y alma que tiene varios propósitos como la plenitud propia y conjunta, acompañada por la llegada de los hijos.

Vida consagrada

Muchos son llamados a la vida consagrada, decisión de profundizar nuestra vida aun más dentro de esta consagración según nuestro carisma; es decir, ofrecer nuestra vida entera al Señor y a la construcción de su reino con nuestras virtudes humanadas.

Soltería

Durante este proceso estamos llamados a vivir en la santidad mientras entendemos la importancia de la presencia del Señor en todas partes del mundo con el compromiso de ser «sal y luz del mundo»

Santidad

La santidad es la vocación a la que todos hemos sido llamados desde nuestro bautismo. Los esposos deben crecer en gracia de manera mutua, inculcando a sus hijos de una educación fundamentada en los valores de la Iglesia; quienes han sido llamados a la vida consagrada deben mantenerse firmes en la decisión que han tomado de dedicar sus vidas al servicio del Reino y los que han optado por la soltería pueden comprometerse a servir a su prójimo en algún apostolado personal o grupal.

Es importante reconocer que estas opciones de vida, son todas guiadas por Dios y que todos, desde nuestra realidad somos orientados a contribuir con el Reino de los Cielos.

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