¿Se puede usar la aspersión del agua bendita en la fiesta del Bautismo del Señor?

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El domingo 9 de enero de este año 2022 se conmemora la Fiesta del Bautismo del Señor, conocida popularmente por ser una celebración “bisagra”, ya que este día concluye la Navidad e inicia el Tiempo Ordinario. Ante la consulta si se puede usar la aspersión del agua bendita en las eucaristías celebradas este día. Para ello, la página web Liturgia Papal da a conocer que si se puede realizarse el rito de aspersión de agua al inicio de la Misa. De hecho, cita la Instrucción General del Misal Romano en su numeral 51 que indica que “Todos los domingos puede tener lugar este rito en memoria del Bautismo”.

El rito detalla que después del saludo, un acólito se acerca al celebrante con un recipiente con agua. En ese momento, el sacerdote, con las manos juntas, invita a todos a la plegaria con la fórmula prescrita por el misal. Luego se guarda un momento de silencio y se procede a bendecir el agua con las manos juntas.

El misal prevé tres fórmulas de bendición. La primera es una fórmula de bendición, en la que el sacerdote debe hacer el signo de la cruz. La segunda son invocaciones a Dios que son respondidas por el pueblo tras lo cual el sacerdote dice una oración en la que debe hacer el signo de la cruz. La tercera indicada especialmente para Pascua, es similar a la segunda, aunque las invocaciones son a cada una de las Personas Divinas, y la respuesta del pueblo es distinta. En la edición típica latina solamente se prevé la primera fórmula.

Cuando sea costumbre popular, después de bendecir el agua, el sacerdote bendice la sal con la fórmula prescrita en el misal, tras lo cual la vierte en el agua. En este caso, un acólito se acerca con un recipiente con sal junto con el que llevó el agua y, tras la bendición, se lo pasa al celebrante para que eche la sal al reciente del agua.

Una vez que bendijo el agua, el sacerdote toma el hisopo. Si el obispo celebra la misa, el aspersorio se lo entrega el diácono. En las Misas papales, el ceremoniero es quien se lo entrega. Con el hisopo, se rocía a sí mismo, a los concelebrantes (si los hay), a los ministros, al clero y al pueblo.

El celebrante puede recorrer la iglesia aspergeando a todo el pueblo. En este caso, el acólito lo acompaña sosteniendo el acetre. Si el obispo celebra, lo acompañan los dos diáconos que lo asisten y uno de ellos sostiene el acetre.

Mientras se asperge, puede entonarse un canto adecuado, como el “Rocíame Señor…” (Salmo 50) o el “Vi agua” (Ez 47) para el tiempo pascual.

En las Misas papales, el papa se asperge a sí y a los ceremonieros y, desde la sede, simbólicamente aspergea a todos los demás.

Concluida la aspersión, el celebrante regresa a la sede desde donde dice la oración conclusiva con las manos juntas.

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