Cada 13 de junio, la Iglesia celebra a San Antonio de Padua, un santo que ha dejado una profunda huella en la vida de los fieles a lo largo de los siglos. Es considerado patrono de los objetos perdidos y de las mujeres estériles, los pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros, pero también está muy arraigado en el corazón de muchos que son devotos de este santo. Su devoción ha trascendido fronteras y épocas, consolidándose como uno de los santos más venerados de la Iglesia Católica. También reconocido como el santo del amor. Muchos jóvenes elevan sus oraciones para encontrar pareja y casarse.
Una tradición profundamente arraigada es la del “pan de San Antonio”. Todos los martes, después de la misa en las parroquias franciscanas, se reparte un pan bendecido por el sacerdote como símbolo de caridad. Esta costumbre refleja el espíritu de compartir y solidaridad que San Antonio promovió durante su vida.
Devoción
San Antonio es un santo al que se debe pedir con fe. Los fieles creen que él escucha sus plegarias y anhelos, intercediendo por ellos ante Dios. San Antonio de Padua nos enseña a “tener” y “transmitir” a Jesús, el Pan para la vida del mundo. Sus escritos sobre la limosna, como ejercicio de caridad y solidaridad cristiana, son testimonios poderosos de su compromiso con los necesitados.
Testimonios
Fray Marcio Matute, Párroco de la comunidad San Maximiliano Kolbe de Tegucigalpa, comenta que “Los milagros de San Antonio brotan de una coherencia de vida, del amor, de la justicia y la rectitud de costumbres”. Para Fray Marcio, el verdadero milagro de San Antonio fue su capacidad para cambiar el corazón de sus contemporáneos, promoviendo la armonía, la justicia y la solidaridad en Padua.
Por su parte, el Padre Alberto Enamorado, Asesor de la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis (PJA) de Tegucigalpa, subrayó la importancia de los santos como modelos de vida y virtudes para la juventud. San Antonio es reconocido por su gran devoción a la Eucaristía, su sabiduría y sus habilidades como predicador. Según el Padre Enamorado, este santo es un modelo ideal de perseverancia y esperanza para los jóvenes, que necesitan encontrarse con Cristo.
Carmen Mejía, una devota de San Antonio de Padua, compartió su profunda fe y devoción hacia este santo. Relató que San Antonio, hijo de padres ricos, eligió una vida de pobreza por amor a Cristo, inspirándonos a dejarlo todo por el maestro. Carmen resaltó la tradición de su devoción familiar, transmitida desde sus abuelos y padres, y que continúa en la actualidad debido a los numerosos milagros atribuidos a la intercesión de San Antonio.
Mejía también mencionó que aunque la devoción ha disminuido en algunos hogares debido al crecimiento de sectas protestantes, ella y otros devotos continúan rezando a San Antonio cada 13 de junio, ya sea con una novena o dedicándole el día.
Esta práctica se mantiene viva gracias a los milagros continuos que atribuyen a San Antonio y a la tradición de pedir su intercesión en momentos de necesidad, especialmente cuando se pierden bienes o se enfrentan otras dificultades.
Legado
El 13 de junio de 1231, tras su fallecimiento en Padua, San Antonio fue proclamado santo de inmediato, marcando uno de los procesos de canonización más rápidos en la historia eclesiástica. El Papa Gregorio IX lo canonizó el 30 de mayo de 1232, y en 1946, el Papa Pío XII lo proclamó Doctor Evangélico. Así se cumplió la profecía del hermano que lo despidió en Portugal: “Ya sé, serás Santo”. San Antonio de Padua, Doctor de la Iglesia y patrono de los pobres solía decir: “Si predicas a Jesús, Él ablanda los corazones duros; si lo invocas, endulzas las tentaciones amargas; si piensas en él, te ilumina el corazón; si lo lees, te sacia la mente”. Este hombre de Dios no ha perdido la actualidad y su memoria es evocada constantemente por el pueblo cristiano.
804 AÑOS DE SANTIDAD Y MILAGROS
La familia franciscana, con gran regocijo, conmemora la entrada de este santo a la Orden de San Francisco de Asís, quien es uno de los más emblemáticos y queridos en la historia de la Iglesia católica, que marca la devoción viva de la comunidad eclesial.