Reflexión | Unidad de los cristianos

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

A partir del 18 de enero y hasta el 27 del mismo, Fiesta de la Conversión de San Pablo, se celebra el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos. En nuestra patria es muy difícil promover esta celebración por lo complicado de las relaciones que existen con algunas de las denominaciones que se hacen llamar cristianas. Como han crecido a punta de ofender a las Iglesias Históricas, sobre todo a la Iglesia Católica, con epítetos dignos de los fariseos pero no de los cristianos, han abierto una brecha muy difícil de atravesar. Pero precisamente, porque es tan difícil es que más deberíamos esforzarnos en promoverla. Es Jornada de Oración y por mucho que se nos ataque, mucho más debemos intensificar nuestro deseo de unidad. No podemos llamarnos cristianos sin comportarnos como tal.

El tema de este Octavario de hecho es un tema de confluencia precioso en el que perfectamente podemos sentirnos identificados todos los que nos hacemos llamar cristianos: “Amar a Dios y al prójimo”. Si en esto no coincidimos pues definitivamente no hay manera de que nos atrevamos a llamarnos cristianos. Es en el amor donde se prueba lo que somos. No es lo mucho que sepamos de Biblia o toda la teología que tengamos encima. Tampoco es que podamos medir nuestro cristianismo a partir de las horas invertidas en la oración, porque una oración desencarnada, tampoco es oración. Muchas veces, de hecho, usamos frases que en el fondo no expresan todo lo que deberían. Decimos tener fe, pero es la Fe la que nos debe tener a nosotros. Es ella la que debe regir nuestra historia y, siguiendo a Santiago, la caridad es prueba de nuestra Fe. En otras palabras, si decimos tener esa Fe en Jesucristo, la mejor manera de demostrarlo es hacerlo con actos concretos de amor al más necesito. Sabernos hacer prójimos de nuestros hermanos. No es un asunto de llevarles una evangelización sin promoción humana.

Ambas cosas van a la par. El que tiene Fe no lo hace con su “alma” sino como persona, con sus circunstancias y sus capacidades, con sus luchas y sus alegrías. A esos espacios concretos también va el Evangelio y se demuestra la Fe. Yo le tengo confianza a una persona que no me dice que es cristiano, sino que me lo demuestra con manos generosas y conciencia social concreta. Si dedicásemos más tiempo a buscar las cosas en las que podemos confluir y no las que nos confrontan seríamos realmente dignos del nombre cristianos. Ofendernos y gastar tanta energía para buscar más divisiones es contrario a la voluntad de Dios. Lamento admitir que pasan los años y poco hacemos para encontrar estos encuentros y este diálogo. Al menos nos queda el buen sabor de la actividad que hicimos el 1 de enero orando por la paz. Eso y más se puede y debe hacerse.

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