Si ha habido un Papa que ha tenido muy claro que lo estamos viviendo es no una época de cambios, sino un cambio de época, ha sido el Papa Francisco. Prácticamente desde el inicio de su pontificado, pudo intuir que la situación mundial se decantaba en favor de promover una conflagración a la que él llamó una “Tercera guerra mundial por partes”. No sé si él habrá tenido presente en todas sus intervenciones, lo que parece ser una manera de proceder de la fragilidad humana, que cada vez que enfrentamos una pandemia, la tentación no es a unirnos sino a dividirnos más.
Lamentablemente, lo que la historia nos enseña es que frente al miedo provocado por una crisis tan inmensa como lo es covid, los seres humanos, las naciones, mal gobernadas y mal dirigidas por líderes que invocan un nacionalismo a ultranza, empujan a sus pueblos a guerras fratricidas que son una absoluta locura. La oración que el Papa Francisco ha dirigido precisamente para orar por la situación en Ucrania, nos recuerda que esta es una guerra entre Abel y Caín. Rusia y Ucrania tienen los mismos orígenes, legítimamente podríamos hablar de una sola nación, pero no entendida según los criterios absolutistas del moderno zar que es Vladimir Putin. Nos decía San Juan Pablo II que “Con la guerra nadie gana sino que todos pierden”. Con esta guerra, a la que nos hemos unido todos en el mundo católico a responder desde el arma más potente que tenemos que es la oración, debemos catalogarla como un inmenso sinsentido. El miedo es la fuente de esta crisis.
El miedo a sentirse acorralado. El miedo a perder las seguridades que hemos construido sobre la idea que el otro es una amenaza para nosotros. Todo gira en torno a los miedos atávicos que por siglos hemos ido construyendo por no ser capaces de trabajar juntos, de construir juntos sociedades abiertas y fraternas. No es solo que estamos ante la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial sino que una vez más se está poniendo a prueba lo poco civilizados que somos. No es posible que habiendo avanzado tanto a nivel tecnológico, científico, no hayamos sido capaces de ordenar nuestras relaciones con un equilibrio que refleje lo que supuestamente hemos progresado. Algunos, por sus comentarios, demuestran que no han comprendido el alcance de lo que estamos viviendo y se atreven a decir que hasta ahora la Iglesia se refiere a estos remos, porque los que están en juego son “rubios y blancos”. Definitivamente que la ignorancia es atrevida. La Iglesia es la única institución que ha estado, está y estará en África, en el Medio Oriente y en cualquier parte para trabajar por la paz y cuidando de las víctimas de todos y cada uno de los conflictos. Ucrania es la punta del iceberg. No nos engañemos. Oremos y trabajemos para que el Inmaculado Corazón de María triunfe.