Reflexión| Se viene la caminata

0
289

Estamos a escasos días de llevar a cabo lo que se planteó desde marzo de este mes: la Caminata de Oración por la paz en Honduras. Como bien lo ha hecho saber el último mensaje de la Conferencia Episcopal de Honduras, nos ha sorprendido grandemente la reacción que ha provocado esta convocatoria, al ver que algunos se han tomado todo lo que se ha propuesto como un ataque o al gobierno de la República o a algún partido y sus candidatos. Yo he acompañado a los organizadores de cerca y en todo momento el espíritu que he percibido, en primer lugar, es de amor por Honduras y de nada, nadita, de odio o de animadversión hacia alguien.

Esta semana, para el caso, me pidió el señor arzobispo que le representase en la reunión convocada por el CNA, con los candidatos a la presidencia de la República. Nosotros no estábamos llamados a intervenir, por aquellos que me lo han preguntado, porque nuestra tarea era ser testigos de lo que ellos firmaban y nada más. Sin embargo, tengo que decirlo, no me he quedado satisfecho con lo que observé.

Me ha dolido, grandemente, que todo el esfuerzo de este Consejo Nacional pueda quedar en papel mojado. Viendo a los participantes y, sobre todo a los ausentes, mi sentir es que, el evento debió ser un punto de confluencia del espíritu de una Honduras que no se construye sobre el odio sino sobre la búsqueda, en conjunto, de lo que es mejor para todos. No fue, a mi parecer, un éxito porque debían estar todos, sin excusas, y dejar de lado esas actitudes confrontativas que no nos abonan en nada.

Eso de estar acusándonos, denigrándonos nos está haciendo muchísimo daño. Aquí nadie está exento de haberse equivocado y me parece que nadie puede tirar “la primera piedra”. Nos hemos equivocado todos. Hemos pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión. De pensamiento, porque aquí no confiamos en nadie. No pensamos de manera positiva. Sospechamos de todo y de todos.

De palabra… ¿en serio quieren que se los explique? Aquí los insultos, las diatribas, las calumnias, las mentiras son lo normal. No he logrado escuchar una tan sola intervención, de ninguno de los candidatos en contienda en la que no ofendan a alguien. Mi abuela ya hubiera recomendado lavarles la lengua con lejía.

De obra, porque nuestras manos no han construido puentes sino levantado fosas y muros inmensos repletos de odio. Hemos actuado queriendo quedar bien con el diablo, que es un experto en dividir. Nos han querido engañar con la idea de que son pulcros y santos los que aspiran a cargos de elección, pero sus obras dicen lo contrario.

De omisión, porque no se ha querido participar en diálogos, intercambio de ideas y discusiones de altura. Se omite fácilmente el respeto y la cordura y, sobre todo, se ha omitido la verdad.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí