Para comenzar mi columna de esta semana, tengo que admitir que he debido renunciar, voluntariamente, a hablar de la primera Exhortación Apostólica del Papa León XIV: Dilexit Te, que recién ha sido publicada el jueves pasado. Pero, como saben, los señores obispos de la Conferencia Episcopal de Honduras han tenido a bien regalarnos un mensaje con el que pretenden iluminar, como ellos lo llaman, con un realismo sano, las situaciones particulares que estamos viviendo en el país y sobretodo, en vistas al proceso electoral de este próximo 30 de noviembre.

Después de leer los mensajes de la Conferencia, los comparto siempre con mis hermanos sacerdotes, los miembros de la Comisión Nacional de Pastoral y con algunos de los periodistas.

Uno de ellos, a quien considero no sólo un hermano en la fe, sino una persona con un grandísimo criterio, me escribió diciéndome: “Padre, yo entiendo la buena voluntad de los obispos, pero me preocupa que frente a lo que está pasando ellos estén pecando de un poco de ingenuidad”.

Le respondí que no era ingenuidad, sino el deseo de dejar un espacio legítimo para el diálogo y la búsqueda de consensos. Porque efectivamente no estamos encontrando interlocutores en nuestro país. Las posiciones se cierran más, cada día que pasa y la desesperación, es mala consejera.

Entre los candidatos y, admitámoslo, entre los que detentan el poder hay una sensación de verse atacados incluso cuando, sencillamente, se está buscando tender la mano.

Las últimas semanas, y así será hasta diciembre de este año, rogándole a Dios que no pase al siguiente año, vamos a ver reacciones sesgadas, intransigentes y muy cargadas de una ansiedad enfermiza que resulta muy preocupante.

Volviendo al amigo periodista, me insistía en que: “con esta gente no se puede hablar, Padre. Son cerrados y no admiten sus errores”. Me quedo ahí porque lo que me dijo después, puede obligarnos a todos, a irnos a confesar.

Ahí sí, ya no me puse a rebatirle porque yo lo experimento, prácticamente, todos los días. No es que esa actitud sea nueva y que vamos a ponernos aquí a pelear inútilmente, pero es bien cierto que alguien tiene que atreverse a decir un: “hasta aquí”.

Si los obispos quisieron insistir, citando al Papa, en que: “es más grande lo que nos une, que lo que nos divide”, es porque debemos atrevernos, no sólo a creernos eso sino a trabajar para que alcancemos la unidad en el país.

No es que debamos hacernos de la vista gorda frente a la corrupción y la desfachatez de la injusticia imperante, de la catástrofe por la indecencia del manejo de la Cosa Pública y por el descalabro de la credibilidad en las instituciones públicas, pero, insisto y lo hago con los obispos, debemos trabajar estos pilares que el mismo Papa propuso: Amor, Unidad y Servicio.

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