Reflexión | Recta Final de la Cuaresma

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

A escasos días de comenzar la semana Santa, siempre conveniente, como lo hacen los corredores de una maratón, dosificar bien nuestras energías para que este último tirón no nos agarre exhaustos y mucho menos perezosos. Hacer la correcta evaluación de lo que hemos vivido, de lo que hemos logrado y, sobre todo, de lo que aún nos falta ya sea por negligencia o porque no hemos sabido organizar mejor nuestro tiempo, es fundamental para podernos centrar en lo que realmente es importante.

Por eso, es claro que debemos redoblar nuestros esfuerzos en función de qué la oración de estos días sea más intensa y más profunda. No se trata, lógicamente, de sólo aumentar cuantitativamente nuestra oración, sino y, sobre todo, cualitativamente. Parte de lograr que nuestra oración sea de calidad en estos últimos días de la cuaresma pasa por saber traer a la oración Las situaciones que más nos han estado golpeando, no sólo personalmente, sino a nivel comunitario.

Una oración des encarnada, en la que solamente estamos pendientes de lo individual, negaría el verdadero propósito de la cuaresma, porque toda ella nace como la memoria de un pueblo que se puso en camino en el desierto para encontrarse con su Dios, pero también para encontrarse entre ellos mismos. En nuestro ambiente, hay que estar muy atento siempre a no caer en esos falsos pietismos en los que, de manera sentimental, o sumamente visceral, pretendemos incluso hacerle sentir a la gente que nosotros sabemos lo que Dios quiere.

Esto es muy común, en el ambiente de las iglesias separadas de la apostolicidad, pero lamentablemente, es un fenómeno que también nos está afectando dentro de la Iglesia Católica. No son pocas las veces, en los meses pasados, en los que escuché a personas que personalmente o por referencia, habían sido tentados a creer que este o aquel, podía darle a conocer lo que Dios quería para él o para ella.

Esto es, si me lo permiten, sumamente alarmante. en el antiguo testamento, se insistía mucho en que para probar cuando el pueblo estaba frente a un falso profeta o un profeta verdadero, es decir de Dios, había que estar muy precavido a Jesús profecías se cumpliesen o no, pero, sobre todo, que dichas profecías no fueran a la carta. Es decir, que no se acomodasen al oído de los poderosos, que siempre están ávidos de escuchar las cosas que podrían avalar sus desmanes y justificar sus tiranías.

Es imprescindible, entender siempre, que Dios no puede estar detrás de lo que comenzó con mentiras y menos, de lo que sea sostenido en ellas. El verdadero profetismo, al igual que la verdadera oración, no endulzan el oído, sino que cuestionan el alma y son un acicate que empuja siempre hacia la revisión de los proyectos personales o comunitarios, para que estén siempre lo más acorde al corazón de Dios.

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