Una vez más, los señores Obispos, han puesto el dedo en la llaga. No con la intención de causar más dolor, sino de alertar, por enésima vez, sobre los riesgos que corremos como sociedad si descuidamos la construcción de nuestra patria sobre valores sólidos, sobre el diálogo y sobre el respeto de las ideas de los demás. De entrada, en este último mensaje que nos han regalado recién esta semana pasada, nos recuerdan con profunda preocupación lo alarmante de la cantidad de feminicidios que tanto dolor han causado en miles de familias de nuestro pueblo. Sin duda que, es alarmante la cantidad de muertes que a diario se suceden en el país. Pueden maquillarlo todo lo que quieran, presentar cifras adulteradas a conveniencia o no, pero lo cierto es que, detrás de esas estadísticas se esconde el miedo y la zozobra con la que caminamos por las calles de nuestras ciudades, de nuestros pueblos.
Aquí entre nosotros, no se trata de que algunos lugares son más peligrosos que otros, lamentablemente, ¡todos lo son! Hace algunos días fui testigo de un debate muy pero muy acalorado entre dos personas que discutían sobre algo que a mi parecer no debía haberles llevado a ese nivel de exacerbamiento con el que se insultaban. Admito, que “cada quien cuenta la fiesta según con quien bailó” y yo, era sólo un espectador.
En un cierto momento, antes de que yo interviniese, otra persona, familiar de uno de los que discutían, intentó mediar y calmar los ánimos. La respuesta que recibió más allá de sorprenderme me asustó. La persona más afectada de aquellos dos enfrentados, le dijo que: “si los de arriba no se ponen de acuerdo, menos nosotros”. Sin duda, se trata de una justificación muy simple, pero sintomática. El ejemplo que nos están dando los que gobiernan, así como los que han sido elegidos para representar al pueblo es sumamente lamentable. No hay deseo, ni remotamente, de encontrar caminos en los que se intente salir de la crisis que nos abate. El deterioro de las instituciones públicas es decir de su credibilidad, nunca ha estado tan bajo. Es indispensable, que dejemos de estar viendo el retrovisor y nos dispongamos a avanzar con paso firme hacia un mejor futuro.
La falta de diálogo y de búsqueda de consensos, la diatriba, el insulto y la descalificación de los unos por los otros, no es que nos tenga cansados, sino que, y perdónenme la expresión: ¡ya nos tiene hartos! Seguimos estancados en un montón de cosas que hace tiempo pudieron resolverse. No es sólo falta de voluntad política, sino que en la política de nuestro terruño hay gente de mala voluntad. Lo único que les importa es enriquecerse y sus discursos, ni ellos mismos se los creen. Por algo los obispos nos recuerdan que viene la Cuaresma: es tiempo de conversión.