Por una gracia completamente inesperada, el Señor me ha concedido el poder peregrinar a algunos de los santuarios marianos en Europa. Estar a los pies de la Madre de Jesús, fortalece sin duda nuestra fe y refuerza nuestro amor por la Iglesia a la que queremos servir siempre con mayor responsabilidad y esperanza. Lógicamente, el ver por estos lados a unos hondureñitos llama mucho la atención, porque la pandemia no ha sido superada y sin embargo los santuarios marianos empiezan a llenarse poco a poco, pero ver gente de nuestros países sorprende más y se alegran de vernos.
Sin embargo, duele mucho la imagen que tienen de nosotros casi movidos a compasión al saber que somos de un país marcado por la corrupción y el narcotráfico. Se ha acentuado todavía más que lo que se sabe de nuestro país es que estamos bajo el control de un grupito de malos hondureños a los que el mundo tilda abiertamente de narcotraficantes. Lo malo es que admito que me siento profundamente lastimado al escuchar esos comentarios porque Honduras es muchísimo más que esos pícaros y el dolor se me vuelve casi insostenible porque al final tengo que admitir que en mucho tienen razón estos que con lástima se acercan a saber de nuestra patria.
He sabido a lo largo de mis años de ministerio, saber tener “vergüenza ajena” sobre todo cuando algunos hermanos fueron señalados de pederastas y fueron acusados por haber abusado de niños. He sabido tener esa misma vergüenza ajena cuando estando en Francia dediqué unas horas a escuchar el informe presentado en el Congreso sobre los abusos cometidos por algunos miembros de la Iglesia a lo largo de más de 70 años. ¿Por qué pude tener esa “vergüenza” sin perder la paz? Porque los mismos informes y la misma actitud de la Iglesia, indica que estamos trabajando y duro por enmendar estas faltas. Hay cambios que se hacen y se busca mejorar. Pero, con profundísimo dolor, les aseguro que no puedo sentir “vergüenza ajena” por estos pícaros que se han robado nuestro país, porque en vez de mejorar parece que empeoramos. Defender lo indefendible es siempre complicado.
Defender a esta camada de antidemócratas y pícaros no es mi razón en la vida y menos cuando estoy en un lugar que lo único que me mueve es a pedir por la conversión de ellos y lo único que se me viene es aquella parte del Evangelio que dice que hay “demonios que solo salen con ayuno y oración.” Así que, lo que resta de estos días antes de las elecciones, dedicaré buena parte de mi tiempo a orar más y les invito a acompañarme, incluso en hacer ayuno con la intención de sacar a todos estos malos hondureños que no es que solamente han dañado nuestra imagen a nivel mundial sino que nos están orillando a creer que la solución está todavía lejos de encontrarse. Oración y ayuno, no se les olvide.