REFLEXIÓN | OCTUBRE

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En la manera como hemos planteado pastoralmente desde hace años, la organización de los meses, el mes de octubre combina dos celebraciones fundamentales: es el mes del Santo Rosario y el Mes de las Misiones.

De hecho, esta primera semana de octubre concluirá con la fiesta de Nuestra Señora del Santo Rosario que fue colocada el 7 de octubre, a razón de no olvidar el triunfo cristiano sobre los musulmanes en la batalla de Lepanto, cuyo triunfo se atribuyó a la intervención de la oración e intercesión de nuestra madre del Cielo.

Aunque esto puede sonar un poco incómodo en nuestro tiempo y nuestra mentalidad, lo cierto es que nuestra mayor arma frente a todos los males sigue siendo el Santo Rosario. Oración y meditación serena de los misterios de nuestra fe, la sostienen, la acrecientan y la propagan.

Además, es el mes de las misiones. Algunos atribuyen a que se colocó este mes, esta celebración, a razón que fue en octubre cuando se descubrió América. Haciendo coincidir descubrimiento con misión. Sin duda, que, por objetividad, tendríamos que desligar una cosa con la otra porque no son un blanco y negro muy evidente, sino que es un gris profundo. Sin embargo, admitamos que la fe llegó a nuestro continente gracias a este acontecimiento.

La iglesia es misionera o no es Iglesia porque la Iglesia “existe para evangelizar”. El Señor nos pidió que lo que escucháramos al oído, lo proclamásemos desde las azoteas. La misión es la vida de la Iglesia. Por eso, eso del mes de las Misiones es una clarísima oportunidad para recordar que el mandato nos es común a todos los bautizados. La misión no es asunto de expertos sino de enamorados de Cristo.

Pero quisiera recordarles a todos que este es el mes de la primera parte de un sínodo que tendrá dos reuniones concretas, en dos años diferentes.

Como buen hijo de la Iglesia, estoy seguro de que este será un sínodo que marcará la vida de la Iglesia por los próximos años, de manera muy pero muy positiva.

Es claro que hay muchos que están añorando que sea un fracaso o que las posturas fuera de la doctrina y de la práctica de la Iglesia sean lo que lleve la voz cantante en la asamblea. Los que así piensan son los que siempre quieren ser protagonistas y se les olvida que el protagonista de todo esto es el Espíritu Santo.

El Señor y Dador de Vida es el que lleva la Iglesia. Es Él quien la alienta. Es Él quien nos recuerda las palabras y gestos del Señor.

Así que tomaré mi rosario estos días convencido que mientras no se pierda la vocación, la razón para lo que la Iglesia existe, el sínodo no hará más que actualizar esa misión y nos recordará que la misión nunca es un acto individualista, sino comunitario.

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