Es tan difícil escribir en estos días porque son tantos los temas y al mismo tiempo muy grande el riesgo de que se malinterprete, o peor aún se manipule lo que escribimos. La semana pasada, los señores obispos de la Conferencia Episcopal de Honduras tuvieron a bien compartir con nosotros una meditación que nacía de su corazón de pastores. En ella señalaban algunos de los temores que rondan en el corazón de los que amamos esta patria y no tenemos ningún interés político particular por mucho que pretendan hacerlo ver así.
Lo dejo escrito aquí, para que quede constancia de una vez por todas y dejen de estar lanzando globos sonda estas personas que se prestan para atacar a los sacerdotes y a los obispos detrás del teclado en una computadora y que cobardemente nos acusan de cosas que no tienen ni pies ni cabeza. En ningún momento tenemos ninguna pretensión de orden político partidista. En todo, siempre nos impulsa el deseo de ver nuestra patria como una patria grande digna, merecedora de un mejor futuro. Nuestra inspiración son nuestros jóvenes y niños para los cuales deseamos un mundo mejor y no utópico, pero ciertamente no el mundo en el que nos está tocando bregar.
Para que este mundo que anhelamos efectivamente sea el mejor posible, es imprescindible sanear las instituciones de la República. Aunque les duela escucharlo, aunque sinceramente no creo que ni siquiera les duela porque no creo que ni siquiera les importe, lo que han hecho de nuestro sistema republicano es realmente desastroso y vergonzoso.
El control absoluto de los poderes del Estado y de todas sus instituciones ha dado al traste con un plan de país en el que todos nos deberíamos de sentir involucrados, del que todos nos deberíamos sentir parte. Duele seguir constatando que aquí todo es política. Pero ni siquiera la política entendida en lo más elemental, ni siquiera la democracia entendida en lo más elemental. Sí, en ocasiones anteriores he escrito, en esta misma columna, que somos un país que sin duda por su situación actual deberá ser objeto de estudio para aprender lo que no se debe hacer en el ejercicio del poder, es mucho más cierto aún, que el reclamo de los señores obispos a la corresponsabilidad, a la participación ciudadana, al reclamo legítimo, respetuoso, pero firme frente a tantos abusos, no nace de reacciones viscerales sino de la sincera preocupación que tenemos por lo que estamos viviendo.
Por ahí decía otro columnista, a quién respeto muchísimo, que lo dicho por los obispos es lo más sensato que se ha escuchado en los últimos años y otro, a quién igualmente respeto y admiro, que el problema es que los católicos poco obedecemos a los obispos, pero entendiendo lo que dice, quisiera creer que si trabajamos en educar a nuestra gente y no nos cansamos a pesar de los retos, no será asunto de obedecer a los obispos, sino de obedecer a la conciencia.