Reflexión | ¿Luchar contra la corrupción?

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Hace muchos años, en una reunión en la que tuve que participar representando a la Arquidiócesis de Tegucigalpa en una de esas mesas de dialogo en la que se trataba el problema de la corrupción en el país, me topé con unas actitudes que realmente me dejaron asustado. En una de las propuestas que se pretendían enviar al Congreso pero con la aprobación del Ejecutivo, se proponía “disminuir la corrupción”.

Gracias a Dios la reacción de todos los miembros de mi mesa de dialogo, lo que hoy llamaríamos la sociedad civil, fue unánime: nosotros no queremos que se disminuya la corrupción sino que se elimine. Como comprenderán, nada de eso llegó siquiera a conocer la luz del día, porque los políticos de hace más de 20 años atrás, como los de ahora, parecen cortados con la misma tijera. No les importa en lo más mínimo eliminar la corrupción. Les gusta llenarse la boca hablando de unas luchas que nunca comenzarán, porque realmente no les importa. Lo que hemos visto esta semana es uno de los tantos episodios en los que nos han vuelto a demostrar la nula intención por erradicar este flagelo que es el cáncer que está matando a nuestra patria desde siempre.

En Honduras, como en cualquier parte del mundo, la corrupción mata. Cada vez que escuchó esa excusa ridícula de que “no hay voluntad política” se me revuelve el estómago. Aquí no hay por donde pasar porque el afán es cambiarlo todo para que no cambie nada. Su afán es echarle la culpa a los de rojo y negro, a los de azul, a los de blanco y rojo; cuando al final la culpa es de los de negro. Entendiendo que el negro es el color que los absorbe a todos… por algo el negro se utiliza en nuestra cultura para indicar el duelo, la muerte. Todos son responsables de que no se avance nada o casi nada en la lucha contra este monstruo de las mil cabezas.

Jugar con la dignidad de este pueblo para captar votos es el medio más deshonesto que puede existir. Definitivamente es cierto que son “la misma mica en distinto palo”… o con diferente color. Mientras no se asuma y acepte los errores de todos, de todos, entonces seguiremos arrastrando y pagando una factura que ya ha cobrado demasiadas vidas y ha truncada demasiadas esperanzas. Criticamos tanto lo que han hecho otros que se nos ha olvidado que los límites de los errores, de los crímenes de los otros, nunca justificarán los nuestros.

Sorprende, o no tanto, el que no entiendan que los desastres que antes se hicieron no justificarán nunca lo mal que se están desarrollando las decisiones que se están tomando actualmente. Alguien tiene que ponerle un alto a todo esto y eso comienza con la firma decisión de no actuar como lo han hecho los de antes, ni como lo están haciendo los de ahora.

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