Reflexión | La salud del Santo Padre

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Creo que nunca me había visto llamado a escribir dos semanas seguidas sobre el mismo personaje. Pero, aclaro, es un tema que me fascina y del cual podría, con mucho gusto, escribir varias páginas. Declaro, no en el sentido que lo hacen los pentecostales, que soy hijo de la Iglesia y que el Papa Francisco es y seguirá siendo, hasta que el Señor tenga a bien llamarle a su lado, objeto de mi obediencia, admiración y cariño.

Eso todos ustedes lo sabían porque le he defendido a capa y espada, lo seguiré haciendo, frente a todo aquel que haciéndose llamar católico, pretenda ofender su misión o poner en duda su legitimidad. Si la semana pasada les hablaba de lo orgulloso que me hacía sentir por la carta que les escribió a los obispos de Estados Unidos, esta semana debo decir que me siento orgulloso de la reacción de miles de católicos que le han expresado su solidaridad por el cuadro clínico que está atravesando. Su fortaleza frente a la fragilidad de su salud es un ejemplo, y lo propio de los que hemos sido bautizados en esta Santa Madre Iglesia, es acompañarle en este momento de prueba.

Lo doloroso es leer las barbaridades que algunos se atreven a decir: “este no es mi Papa”, “a mí no me representa”, “es un anti-Papa”, y un largo etcétera, que es tan largo como ridículo. En la carta que escribió a los historiadores de la Iglesia, así siento que fue porque nos hablaba a los que educamos a los futuros sacerdotes en materia de Historia Eclesiástica, en noviembre del año pasado, nos hablaba del riesgo de no entender que: “La realidad, pasada o presente, nunca es algo sencillo que pueda reducirse a simplificaciones ingenuas y peligrosas. Menos aún a las pretensiones de quienes se creen ser como dioses perfectos y omnipotentes y quieren suprimir parte de la historia y de la humanidad”.

Hay muchos que están inventando relatos, desde siempre, dedicados a defender sus posturas ideologizadas y a excusar su poco sentido eclesiológico. Para ellos la Iglesia se debe acomodar a sus gustos o a su concepto de Iglesia. Pelean por una liturgia que dio sus frutos bellos y santos, pero que no es absoluta ni indispensable. Defienden posturas a las que llaman de izquierda o de derecha, sobre todo esta última, pero olvidando que a los que quisieron “sentarse a la derecha o a la izquierda” les dijeron clarito que no sabían lo que pedían. La Iglesia es muchísimo más que esas mezquindades y triquiñuelas reducidas y sectarias que me llevan a lanzar “candidaturas” para nuevos papas cuando no hemos sido capaces de amar al actual y ayudarle a llevar la cruz tan pesada que carga sobre sus hombros. Esto no solo es irrespetuoso, sino que no es cristiano. Lo digo en latín por aquellos que creen que esa es la única lengua santa: Oremus pro pontifice nostro Franciscus.

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