Reflexión | La esperanza

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Al irse acercando el final del año litúrgico, por si no lo sabían, la palabra de Dios de estos días va insistir muchísimo en nuestras actitudes frente al final de los tiempos. Seamos honestos, todos nos preguntamos por ese final. La diferencia sin duda, estará en si esa pregunta nace del miedo o nace de la esperanza. Porque si nace del miedo, entonces la respuesta, de hecho toda respuesta, es inútil al punto que el que se mueve por miedo, anula su libertad y se condena a buscar enfermizamente refugiarse o bien en el pasado o bien la indiferencia. Es claro que hay muchísimas situaciones dolorosísimas en nuestro mundo. Preocupa grandemente la crisis social y política en la que vivimos. Es hasta cierto punto aterrador el cinismo y el manipuleo de los políticos y de aquellos que gobiernan nuestros pueblos.

Son capaces de negociar hasta con el mismísimo diablo con tal de conservar el poder. Eso no es un mal sólo de nuestra latitud sino prácticamente del orbe entero. Asusta la guerra, el altísimo nivel de poder que tienen los narcotraficantes y los que manipulan los medios de comunicación. Asusta la desfachatez con que nos quieren zampar su agenda los grupos abortistas y los que sostienen un proyecto LGTBI+. Pero lo que más debería de asustarnos es que sigamos, la inmensa mayoría, como que si nada.

La otra opción, es la de vivir cada día con esperanza. Una virtud poco promovida y muy desconocida punto la virtud de la esperanza y vean que no me estoy adelantando a lo que tendré que platicarles durante el tiempo del adviento, es una virtud que nos obliga a todos a revisar con seriedad nuestra fe no en un futuro prometedor nacido de los discursos tan vacíos y egocéntricos que a diario escuchamos, sino de un futuro que tiene sabor a eternidad, sabor a Dios. El error en el que muchos caen con respecto a esto último que acabo de afirmarles, es que piensan que eso nos hace desentendernos del presente.

Como si la fe pretendiese hacernos entrar en una especie de burbuja en la que quedaría aniquilado todo esfuerzo por transformar la realidad actual punto eso sería otro tipo de indiferencia como el que acabo de señalarles anteriormente de aquellos que viven por miedo. La esperanza no me exime de la lucha transformadora del mundo presente. Sin ideologías, sin hablar de lucha de clases porque los que muchas veces hablan de esta lucha no tienen ni la menor clase. Se trata, de aspirar, a un mundo que tiene norte, aunque muchas veces la brújula moral se haya perdido. El horizonte de nuestro mundo parece cargado de muchas nubes negras que presagian una gran tormenta. Sin embargo, desde la fe y por la fe, debo creer que la tormenta no será eterna.

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