Reflexión | Iglesia que camina

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Una vez termina la celebración de las fiestas de la Virgen de Suyapa empezamos, como Iglesia, a poner la mirada en la cuaresma que ya se acerca. Este año, el Miércoles de Ceniza es el 22 de febrero. Comenzará así nuestro gran retiro cuaresmal que pretende ponernos a tono para la celebración de la Pascua. Admito que es un año demasiado particular y con muchos retos por delante. En medio de nuestra Cuaresma tres diócesis de nuestro país tendrán un cambio de sus obispos y eso sin duda, a par de ser una inmensa bendición, es un gran reto. Se reconfigura un poco el panorama de la Conferencia Episcopal y sin duda tendremos un nuevo impulso para la vida de nuestra Iglesia hondureña.

Cuando hablo de reconfiguración no se trata de cambios drásticos. Siempre hay una continuidad, pero también una ruptura. Continuidad, porque como Iglesia hondureña hemos decidido preparar una Gran Misión Nacional para el 2026. Esta Gran Misión vendrá precedida de un trienio preparatorio. El primer año de este trienio nuestro trabajo pastoral va a gravitar alrededor del tema de la Conversión Personal y Pastoral para la Comunión. La revista, que estoy muy de acuerdo que no debería de ser denominada así, de la campaña nacional de este año, explica muy bien en qué consiste este primer momento y nos sitúa, desde ya, en un sentido sinodal que debe contribuir a fundamentar bien lo propio de nuestra Iglesia hondureña. Convertirnos, no es un asunto de Cuaresma, aunque es claro que este tiempo lo acentúa. Ahora bien, convertirnos a nivel personal y pastoral para la comunión, es aprender a ser Iglesia, a construir la Iglesia.

Ser una Iglesia Sinodal, a mi juicio, es sencillamente ser una Iglesia convertida y en conversión permanente. Una Iglesia que se convierte, es una Iglesia que está atenta, que escucha. Que escucha en un primer lugar y de manera vital, la voz de su Señor, la voz del Espíritu. Sin embargo, no es la única voz que escucha, porque aprende a escuchar la voz de los hermanos y la voz de los que, sin ser creyentes, son nuestros hermanos de camino. Saber escuchar es la clave de la conversión. Es evidente que la conversión personal para la Comunión es una exigencia de la fraternidad y la solidaridad.

Sin ellas, la Iglesia ya no es Iglesia sino club, ONG o asociación. Con todo, el fruto de la conversión no es individualista o ensimismada, sino que tiene repercusiones pastorales. Una Iglesia Sinodal es una Iglesia que sabe escuchar. Escuchar los pastores y escuchan los fieles. Se respetan los criterios y se busca lo que nos une para poder empeñarnos juntos en la construcción de la Civilización del Amor. Caminamos juntos, oramos juntos, celebramos jun- tos, nos convertimos juntos y trabajamos juntos. El reto es hermoso porque ser Iglesia, es siempre algo hermoso.

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