Reflexión | ¿Hay esperanza para nuestro país?

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Comenzamos un nuevo mes y la situación, a todo nivel, no parece que mejorará, sino que, todo lo contrario, irá a peores. Por eso, más que nunca debemos apostarle a vivir la esperanza. Una esperanza asentada en que debemos y podemos superar esta y cualquier crisis si no permitimos que la frustración y la decepción determinen nuestra manera de proceder y de ser.

Es cierto que estamos cansados de seguir escuchando de promesas que no se cumplen, de ineficiencia y negligencia. No queremos más excusas y menos enojos porque se les pide a nuestros empleados que rindan cuentas de lo que administran porque no es su dinero, sino el de todos. También estamos cansados que se burlen de nuestros muertos y enfermos con bromitas que no son dignas de personas investidas de la responsabilidad que tienen.

En estos días he escuchado a mucha gente que está sufriendo la pérdida de alguno de sus seres queridos y otros que han padecido mucho por causa de la enfermedad. Me sorprende de una manera muy particular que su reacción después de la gratitud por la vida, los que gracias a Dios han logrado superar el virus, es de un verdadero hastío por lo que estamos viviendo. Otro denominador es que es muy grande la impotencia que se siente sabiendo que es incomprensible como hemos aguantado tanto y que sigamos como que si nada.

Uno de ellos me decía, “En otras partes, del pelo hubieran sacado a este atajo de pícaros” y aunque estoy por fórmula en contra de la violencia, entiendo su pensar y quisiera encontrar argumentos más allá de mí fe para decirles que eso no es correcto. He visto varios intentos de diferentes instituciones por encontrarle una vía de solución a todo esto, pero temo que si seguimos así vamos a llegar a noviembre igual o más divididos.

Si no alcanzan a ponerse de acuerdo todos los posibles actores del cambio, tanto los que están en oposición como los que disimulada o abiertamente buscan quedarse en el poder, nuestro calvario no pasará de la decimosegunda estación. Hay una obligación moral en los que Dios ha puesto al frente de las instituciones civiles, porque seguir actuando como hasta ahora y cada uno con su agenda no nos permitirá avanzar de ninguna manera.

El mes de mayo es en la devoción popular, el mes de la Virgen y yo a ella le encomiendo esta nuestra patria tan dividida y convulsionada. Estamos obligados a dejar de desgarrarnos y vernos como hermanos, aunque siga sonando tan utópico.

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