Vaya revuelo el que ha causado el último sondeo de los amigos de ERIC. Es evidente que a la verdad siempre se le tendrá miedo y más cuando estamos acostumbrados a auto engañarnos con cifras inventadas, abultadas o acomodadas al fin del que paga. Cuando las cosas no tienen “padrino” son muchos los que automáticamente niegan su validez o su autenticidad. Más allá del obvio descontento que, solo alrededor del 12% de la población es incapaz de ver, porque les ciega el fanatismo, lo realmente preocupante es que los que gobiernan sigan con su política victimista y distractora.
Son cifras duras pero que deberían provocar una ola de significativos esfuerzos por revertir no la mala imagen que tengan los entrevistados sino y sobre todo, ver esto como un reto por el que no debemos culpabilizar al mensajero sino enfocarnos en el mensaje. He leído en varias ocasiones algunos artículos que no dejan de sorprenderme respecto, a la manera de proceder de las personas cuando alcanzan algún cargo, cuando llegan a tener poder.
En uno de ellos, escrito por una psicóloga de una muy prestigiosa universidad de Estados Unidos, señala que los desequilibrios emocionales de los que gobiernan son el producto de una profunda inseguridad sobre sí mismos, que han venido arrastrando a lo largo de su vida y que una vez llega a dárseles algo de poder, sin negar que lo alcanzan de manera legítima, les provoca una especie de mareo que les desorienta por completo.
Si a esto, le añadimos el que buscan rodearse sólo de personas que les adulen, que les digan lo que quieren oír y no se atreven a escuchar otras voces, que aunque disientan probablemente o seguramente no les están atacando personalmente sino que les están animan- do a pensar de manera distinta, con la finalidad, de alcanzar un bien mayor, el desastre ya está montado. Más allá pues del descontento de la población que se refleja no solo por lo que el sondeo informa si no porque efectivamente es lo que se percibe en la mayoría de los ambientes de nuestros pueblos y ciudades, la necesidad de superar, una vez más lamentablemente, la ideología del pensamiento único, es más que urgente.
Está claro, que todo Gobierno siempre tendrá detractores, siempre habrá grupos que se opondrán sistemática o visceralmente, movidos por intereses mezquinos o por ideologías, a cualquier reforma o a cualquier intento de cambiar lo que ya les beneficia. Sin embargo también es cierto que proceder de la misma manera y con mentalidad autoritarista no nos va a llevar a ninguna par- te. No podemos estar abriendo frentes de lucha cada día y a cada momento.
Lo que debemos intentar todos es abrir frentes de diálogo y entender que dialogar es fundamental- mente saber escuchar, sin pre- juicios ni suposiciones, sino con actitud madura y democrática. No debemos tenerle miedo al dialogo y a los que piensan distinto. A lo que debemos tenerle miedo es a ser incapaces de razonar y a dejarnos manipular por las ideas de cualquiera que sólo piense en sí mismo.