REFLEXIÓN | En la calle

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Una de las realidades que admito me formaron como persona y que lamentablemente nuestros niños y jóvenes de hoy día no pueden disfrutar, fue la libertad de jugar en la calle sin otro temor que el que la pelota se nos fuera a la casa de algún vecino o bien pasase un carro muy rápido. Todo eso era, porque se trataba de un espacio libre y sin amenazas latentes. En la calle, sin duda, se aprenden muchas cosas, aunque no siempre las mejores. Pretender justificar nuestras acciones o los criterios con los que, regimos nuestra vida, a partir de la experiencia adquirida fuera de nuestras casas o de las aulas educativas, es una falacia.

Hay algunos de los grupos de nuestro ambiente social que han querido justificar su manera de proceder y sus exigencias, a partir del hecho de qué nacieron en la calle. Sin demeritar bajo ninguna circunstancia su lucha primigenia y sus intenciones originales, hace tiempo que ese argumento debía ser anulado. Las crisis constantes en las que nos vemos envueltos no se resuelven por la fuerza y mucho menos alimentando un odio que nace de la insistencia en mostrar las cosas que nos dividen.

No iremos a ninguna parte, mientras sigamos con ese afán de despotricar en contra de aquel que no piensa como nosotros o que no se formó en la calle. Los derechos adquiridos no niegan el deber para con los demás y para con todos. Reconocer los desaciertos, errores y pedir ayuda para solucionarlos no nos hace menos capaces o desvirtúa los valores que decimos promover. Por eso duele tantísimo, ver como algunas personas que nacieron en la lucha en las calles, y que nunca llegaron a extremos de ningún tipo, ahora se comporten con actitudes dictatoriales, intransigentes y partidistas.

En la calle nacieron muchos movimientos, pero no pueden pretender seguir actuando como si para la calle tenemos que ir todos. No es dejando en la calle a la gente que de manera honesta y legítima, busca salir adelante que vamos a salir adelante. En este mismo espacio, lo he señalado infinidad de veces, no es empecinándonos en una ideología que vamos a superar la mentalidad de calle. No es a base de protestas interminables, buscadas y provocadas, para generar caos, que vamos a solucionar nada.

Se necesita mucho más que estar recurriendo una y otra vez a las desgraciadas heredadas para sacar a flote esta barca. Tampoco se van a resolver nuestros problemas insistiendo en querer hacer del aparato gubernativo el principal empleador. La riqueza de una nación está en su gente, pero sin populismos ni excusas. La calle no es la panacea y menos la justificación a nada. “Ganarse” algo en la calle indica que se ha perdido el sentido y el valor de lo correcto.

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