¿Por dónde empezar? Entre lo vivido en Tierra Santa, no me gusta llamarla Palestina porque ese es un nombre mal empleado y descontextualizado que solo genera división. Y antes que se rasguen las vestiduras aquellos que siempre leen lo que quieren, yo estoy de acuerdo que debe existir un Estado Palestinense, como ya ha sido reconocido por la Santa Sede.
Lo increíble es ver como llegan a defender acciones tan inhumanas como las que perpetraron los de Hamas. Hamas no es Palestina. De hecho, es uno de los tantos grupos que escudan su proceder detrás de la cobarde excusa de la religión. El islam no es el problema, directamente, sino el fanatismo de aquellos que en su nombre son capaces de cometer los crímenes vistos.
El conflicto en la Tierra Santa es increíblemente complejo. Me sorprende leer o ver a tanto experto queriendo explicarle con base a visiones reduccionistas del problema. Podría perfectamente responder históricamente a favor y en contra de Israel, porque ese es el detalle. Ha sido un territorio que ha pasado de unas manos a otras por la sacralidad que las tres grandes religiones monoteístas le atribuimos.
Lo que ha faltado, es la capacidad de diálogo y un profundo ejercicio de cordura. Como en todo, cuando yo me empecino en algo y los interlocutores desaparecen, entonces aparecen los mal llamados radicales, digo mal llamados porque de raíces tienen muy pocas.
El mundo entero es un polvorín y entre nosotros desde hace días se viene amontonando odio. No es de carácter religioso, a ratos pareciera ideológico, pero realmente, en el fondo es económico. Los intereses mezquinos de unos grupitos nos tienen al borde de una crisis sin precedentes. De ahí que sea imprescindible que le apostemos a la paz en todos los niveles.
Si hacemos el análisis a partir de aquellos 4 pilares que constituyen la paz que nos enseñó San Juan XXIII, tendríamos un camino claro para encontrarla y mantenerla, pero, así como sorprende que la inteligencia israelí no se percatara de los movimientos de Hamas, sorprende que nuestros líderes demuestren falta de inteligencia, que bien sabemos es ficticia. Saben lo que hacen, pero no les importa a quien afecte con tal de seguir en el poder u obtenerlo a toda costa.
Sin justicia, sin libertad, sin verdad y sin caridad, la paz no la alcanzaremos nunca. Ni siquiera a nivel personal.
El detonante de la mayoría de nuestros conflictos está en la nula aplicación de la justicia o la justicia decantada a favor de unos y en contra de otros.
Y si hablamos de la verdad, en las guerras y en los conflictos “ideológicos” la primera víctima es la verdad. No es que Hamas o Israel tengan o no la razón. Es que no queremos creer la verdad y dependiendo del lado que nos pongamos insistiremos en las mentiras que dañen al otro.
Prefiero ponerme, como lo debe hacer siempre la Iglesia, del lado del que sufre sin importar de qué color sea su piel o el de su bandera.