Reflexión | Dilexit nos III

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Seguimos adelante con nuestra reflexión sobre la Dilexit nos. Es cierto que, esta semana, nos han regalado un bello mensaje los señores obispos respecto del sínodo de la Sinodalidad y del Jubileo del próximo año. Sin embargo, creo que ambas cosas no se contradicen, sino que se complementan. Si los obispos nos llamaban a no quedarnos en el salero, sino en ser realmente “sal del mundo”, también el Papa Francisco de una manera muy hermosa nos ha insistido en la importancia de entender que la verdadera manera de proceder del Corazón de Jesús es con acciones con cretas, con gestos. La vida cristiana no puede reducirse a enunciados ni frases rebuscadas. El cristianismo nace de un corazón amante que ama demostrándolo, no anunciándolo. De hecho, la manera de mostrar el amor tiene como modelo el Corazón de Cristo. No hay otro amor más grande. Si lo piensan, el jubileo del 2025 coincide igualmente con el jubileo por los 350 años del inicio de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María de Alacoque.

El júbilo es doble. O, mejor dicho, es el mismo, pero por partida doble. Si se nos anuncia y pide que vivamos este Jubileo del 2025 con mentalidad sinodal y centrados en la esperanza, debemos también entender que este Corazón de nuestro Señor es el que nos descubre que somos hermanos porque se ha entregado por todos y no por unos pocos. Es el Corazón de Jesús el que debería de servir de brújula de nuestro caminar juntos. Es además su destino y su razón de ser. Es el Corazón de Jesús la fuente de la verdadera y legítima esperanza. Toda esperanza es nula lejos de este amor, de este Corazón. Por eso me parece que una de las frases mejor acabadas de la encíclica del Papa es: “Cristo muestra que Dios es proximidad, compasión y ternura”. (DN 35) Es proximidad, de hecho, está más próximo a nosotros que lo que nosotros estamos de nuestro propio corazón. Lo suyo es ser cercanía. Todo en Él es cercanía. Es compasión, es misericordia. Ese es su nombre.

Esa es su identidad. Lo suyo es ser Misericordia. Sin ese sentido, todo queda sin sentido. Sorprende siempre ver la reacción de los fieles al contemplar el Corazón de Jesús, siempre habla de Él como el lugar del encuentro y de la compasión, pero sobre todo de la ternura. Es cierto que no se puede desvincular una realidad de la otra. De hecho, este tríptico enuncia todo. Pero el Corazón de nuestro Señor, es ternura. Ternura no melosa, sino ternura madura, caricia que levanta y que empuja porque recuerda Quién nos sostiene. Vivir sinodalmente, jubilarmente, es vivir desde el Corazón de Cristo y sobre todo, vivir para Él y por Él. Quiera Dios que esto lo entendamos y lo practiquemos porque de esto pende nuestra historia particular.

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