Reflexión | Dilexi Te

“Nuestras acciones no podrán cambiar la realidad de pobreza del mundo, pero serán siempre significativas para aquel a quien servimos y, para el Corazón de Cristo”

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Tengo que admitido las mismas sensaciones que tuve con el Papa Francisco, a la espera de su primer documento de carácter oficial, al esperar con ansias el primer documento del Papa León XIV. E igualmente, como ocurrió con él, nos topamos, con que le correspondió concluir el trabajo de su predecesor.

Recordarán que al Papa Francisco le correspondió concluir el trabajo del Papa Benedicto XVI, con la “Lumen fidei”, que cómo él lo describió, fue una pieza “a cuatro manos”.

Así pues, la obra de Francisco se ha continuado en las manos de León XIV. Con sólo eso, el documento anhelado se vuelve, para mí, un documentado, amado y después de leerlo, un documento que debe ser asumido, a toda costa.

“Te he amado”, es la continuación lógica del “Nos ha amado”. La “Dilexi te” sucede a la “Dilexit nos”. No se puede separar el amor al Corazón de Jesús del amor concreto a los pobres, a aquellos que están en el centro de su Corazón.

Los 5 capítulos de este documento, con una casi precisión quirúrgica, van haciendo salir a la luz, los fundamentos bíblicos, históricos y de la Tradición De la Iglesia, respecto a la “opción preferencial por los pobres”, que no tiene nada de socialista sino de justicia social, reparadora y promotora de la dignidad de la persona humana, de toda persona humana.

Es imprescindible, más en estas semanas que tenemos tan cargadas de la vorágine de falsas o nulas propuestas electoras, que el “grito de los pobres” se escuche claro y rompa las visiones reduccionistas y acomodadas del mundo que habla de los “pobres” como categoría social y no, como el reflejo del mismo Cristo.

Por eso, no podemos consentir el acomodarnos o resignarnos frente al dolor de tantos hermanos nuestros que, no por su propia decisión o por una “razón accidental” viven en una miseria inhumana que clama al cielo. En el rostro de cada pobre debemos ver el rostro de Cristo, que se hizo pobre, que es el “Cristo pobre, de los pobres y para los pobres”.

Aunque no aparece en esto, citada en el documento, me parece recordar aquellas bellas palabras de Santa Teresa de Calcuta cuando le criticaban diciéndole que lo que hacía, en favor de los pobres, no cambiaba en la práctica su realidad. Ella les señalaba que, aunque solo fuese una gota en el mar, sin esa gota el mar no estaría completo. Por eso, me impacta y me obliga a cuestionarme el hecho que recuerda desde el inicio el Papa, al recordarnos, que un gesto, por pequeño que este sea, no deja de tener un valor. Nuestras acciones no podrán cambiar la realidad de pobreza del mundo, pero serán siempre significativas para aquel a quien servimos y, para el Corazón de Cristo.

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