Estamos terminando este año 2023, que aunque no es el momento para que podamos hacer el balance completo de lo que hemos vivido, sin duda tendremos dos opciones al mirar hacia atrás. Una, desde la fe y otra, con la mirada desesperada y a veces hasta frustrada, con la que podrían verlo, miles de hermanos nuestros que lamentablemente han vivido estos 12 meses en medio de una grandísima incertidumbre y con muchísimos sinsabores.
Tengo la impresión que una de las mayores frustraciones puede provenir del hecho de que no estamos avanzando en humanidad. El nivel de nuestra indiferencia frente al dolor ajeno ha alcanzado niveles astronómicos. Si bien es cierto que desde hace mucho tiempo ese afán de maquillar las cosas u ocultarlas, se había incrementado, en estos últimos días realmente es muy doloroso ver cómo miramos para otro lado, dejamos de comprometernos y se nos olvida el valor de la vida humana.
¿De dónde me viene esta reflexión en las últimas horas de este año 2023? Supongo que muchos de ustedes tuvieron la oportunidad, permítanme, la desgracia, de observar un vídeo que fue grabado en estos últimos días en el Barrio Medina en San Pedro Sula, en el que se mostraba de manera absolutamente descarada el cuerpo de dos presuntos maleantes que habían sido acribillados y uno de los cuales, aún se encontraba con vida en el momento en el que fue grabado el vídeo. No pretendo bajo ninguna circunstancia constituirme en juez y mucho menos verdugo, de aquellas dos personas.
Parece ser que los transeúntes que por ahí pasaban los identificaron como asaltantes que en reiteradas ocasiones habían atacado a las personas que utilizan el transporte público en esa zona de la ciudad. Repito, no estoy pretendiendo juzgar sus actos, sino la pasmosa indiferencia con la que tantos caminaron al lado de estos dos cuerpos como si se tratase de perros que estaban tirados en la calle. Es más me atrevería a creer que si hubiesen sido perros se les hubiese tratado con menos indiferencia.
Es claro, que hemos perdido mucho de nuestros valores y que entre la tecnología y el acceso indiscriminado a escenas tan o más dantescas, nos parece casi normal lo que ese vídeo mostraba. Es muy doloroso tener que “acostumbrarse” a esto. No es justo para nadie porque aunque estos efectivamente fueran malechores, bien sabemos que en muchas ocasiones hay daños a personas que realmente son inocentes.
Tomarnos la justicia por nuestra propia mano nace de la absoluta desconfianza que tenemos al sistema judicial del país. No hay justicia y el nivel de indefensión en el que vivimos es altísimo. Por eso, prefiero concluir el año desde la fe. Cansa ver tanto dolor y tanta indiferencia, sí, cansa, pero a la par que nos topamos con este tipo de cuadros tan preocupantes, quiero creer que es mucho mayor el bien que se desarrolla. Buen propósito de inicio de año: no dejarnos vencer por el mal.