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¿Cuándo va a terminar este calvario que sufrimos los hondureños con estos malos hondureños que se hacen llamar políticos? Aclaro que la pregunta no es mía, pero la asumo. Mientras el mundo está cada vez más “patas arriba” por los cambios propiciados más allá de nuestras fronteras. La crisis económica mundial, el tema de las migraciones que nos están pasando una factura altísima, la corrupción descarada de muchos, como lo que se está viendo del USAID y la polarización a la que nos están llevando China y Estados Unidos, son solo parte de las cosas que debería preocuparnos enfrentar, pero aquí el deseo de venganza, las luchas partidistas e ideologizadas y la cobarde ansía de poder desmedido nos tiene en una situación mucho peor. Los que gobiernan actualmente no se diferencian en prácticamente nada, en su manera de proceder a la de aquellos que estuvieron antes. Si lo llegan a leer esto los que no trabajan por estar en las redes sociales… más vale que me he confesado recientemente, porque la muerte es lo menos que me van a desear. Bien lo han dicho los obispos, hasta el cansancio, que aquí el problema es que no hay respeto hacia el que piensa distinto. No aceptan recomendaciones, no escuchan otras opiniones, se han endiosado al punto de considerar enemigo al que disiente. ¿Qué interés político puede tener la Iglesia? ¿Por qué les cuesta tanto creer que lo único que nos interesa es el bien de todos y sobre todo de los más necesitados? Me atrevo incluso a decirles que esto mismo que acabo de escribir en el párrafo anterior pude escribirlo hace 4, 8, 12, 16 años… y hubiera dado lo mismo. Con la salvedad, eso sí, que hace algunos años se respetaban un poco más las formas. Hoy en día la vulgaridad con la que se expresan estos señores es alarmante y las respuestas que reciben, igual. No estamos construyendo nada con nuestras maneras de proceder. Si a la Iglesia le interesa lo que pasa es porque no es posible que sigamos por un camino tan cargado de división, de diatriba, de incapacidad de encontrar consensos y proponer planes viables para que podamos enfrentar lo que se nos viene encima, sobre todo por la amenaza latente de niveles alarmantes de deportados. Lo dije esta semana en una entrevista que me hicieron en Estados Unidos y lo sostengo. Claro que podemos cuestionar el proceder de un Gobierno extranjero en un país que se formó con inmigrantes, pero lo cierto es que esa gente se fue porque en sus países de origen se les expulsó por las políticas y la criminalidad imperante. La falta de democracia real y el abuso en contra de las instituciones, así como la permisividad con que se han coludido con el crimen organizado y con las maras, ha obligado a miles de personas a dejar el país. Eso no les preocupa. Sólo les interesa gozar de prebendas que antes criticaban y ahora justifican.