
Lucas nos regala este domingo los detalles de la manera como Pedro deberá escuchar y atender la llamada de Jesús, que es la llamada de Dios. Hoy nos encontramos en el escenario maravilloso de la llamada de Simón Pedro, el cual se desarrolla en Betsaida (nombre que en arameo quiere decir: “casa del pescado”), ubicada a lo largo de las orillas del lago de Tiberiades o Genesaret. Los dos protagonistas principales Jesús y Simón Pedro, entran rápidamente a un sentimiento de intimidad, gracias a la propia Palabra de Jesús, que penetra en la vida de Pedro imponiéndose hasta llevarle al desafío y el riesgo de continuar en la esperanza de una pesca buena y mejor. En efecto, él echará las redes “confiado en la Palabra” de Jesús, lo que producirá el extraordinario e inédito resultado que cambiará su vida. Este acto del poder de Jesús, lo lleva a él y a sus compañeros a cumplir los dos grandes verbos del lenguaje vocacional “dejar” y “seguir”. De hecho es Lucas el único entre todos los evangelistas a subrayar ese final el final del relato, diciendo: “Dejaron todo y lo siguieron”. El desapego auténtico, la opción por la pobreza, la elección total por el Reino de Dios son requisitos indispensables en toda vocación, como respuesta a la llamada de Cristo. Al responder a la llamada, descubrirán cada uno de los discípulos, que hay un “dejar”, que es a la vez, es un “perder” algo, para ganar las promesas del Señor. Como en el texto de Isaías que está hoy de primera lectura (Is 6,1-2.3-8), Pedro deberá para abrazar la llamada, reconociendo su impureza y ser liberado de ella. Terminando todo en ese mismo Jesús, será Dios entre nosotros el que le cambiará no solo la vida, sino también la misión: “No temas; de ahora en adelante serás pescador de hombres”. En este domingo, para cada uno de nosotros resuena el llamado dirigido a Isaías y a Pedro, aunque de distintas maneras. El año jubilar que estamos viviendo es oportunidad propicia para pensar en qué hay que dejar para seguir con radicalidad la llamada de Jesús.