Reflexión | Carlos Ramos

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Al inicio de esta semana fuimos sorprendidos con la noticia de la salida de Suyapa Medios de quién hasta ese día había servido como Director o Coordinador de Contenidos. No pretendo en estas líneas explicarles ni el inmenso dolor que esto me ha causado ni mucho menos contarles el porqué de su salida del “canal”, porque aunque lo supiera, cosa que de verdad ignoro, tampoco sería este el espacio para comentarlo.

Tuve la oportunidad de conocer mejor a Carlos cuando juntos cubrimos desde Roma, la elección del Papa Francisco. Junto a nuestro común hermano y amigo, Danilo Aceituno y nuestro “mil usos”, Sibech, nos la pasamos aguantando frío, lluvia, pero sobretodo alegría y esperanza, nutriéndonos del palpitar de la Iglesia que daba paso a una nueva etapa de su historia con la elección del primer Papa de origen latinoamericano. El profesionalismo y el amor de Carlos por la Iglesia, nunca lo puse ni lo pondré en duda.

Su compromiso, espíritu de sacrificio y disponibilidad para lo que tocase, solamente me recuerda que he tenido el gusto de llamar, y de seguir llamando amigo, a una persona de mucho peso. No he conocido a nadie, fuera de Danilo, con una mayor preocupación porque el mensaje de la Iglesia llegase a todos. Nadie pasaba más pendiente de sentir el ritmo de los efectos de las posturas de los señores obispos en el país, frente a cualquiera de los problemas que nos toca afrontar a diario. Con mucho equilibrio y con un espíritu positivo, dirigió el Notifides con una manera de transmitir las noticias desde un ángulo de fe, sin caer en el fanatismo o la ciega pasión por resaltar las cosas positivas y ocultar las negativas. Siempre le vi más que obediente ante las sugerencias que le hacía para corregir alguna cosa o subrayar otra.

No era su jefe, ni pretendí nunca que me viera más allá del ángulo de amor mutuo por la Iglesia, que compartimos. Defendió siempre la imparcialidad de la Iglesia ante cualquier situación y me consta que tuvo que mediar y filtrar, con sus colegas, muchas de las informaciones que por desconocimiento del medio se hacían. No se trataba de hacer malabarismos con las noticias sino de explicar lo mejor que se pudiese lo que se estaba proponiendo o sugiriendo por parte de la Iglesia.

Estas líneas las escribo para hacer constar mi inmensa gratitud para con el amigo que siempre estuvo dispuesto a ayudarme y a servir, lo mejor que pudo, a la Iglesia que ama. Insisto en que desconozco sus motivaciones para no seguir más en los medios católicos pero estoy seguro que no es por egoísmo ni cobardía. El canal no será lo mismo sin él y aunque, evidentemente, ninguno de nosotros debe sentirse eterno en sus posiciones o indispensable en ellas, ojalá cuando salga de cumplir con sus tareas y con la misión encomendada lo pueda hacer con la frente en alto y la conciencia tranquila, como mi hermano Carlos Ramos.

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