Redescubramos el gran valor que tiene el matrimonio y la familia

Estamos llamados a ser testimonio para todos aquellos que ya no creen en el sacramento y la conformación de un hogar

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Una de las primeras enseñanzas que se recibe en torno al hogar, es que, la familia es el núcleo de la sociedad. En la actualidad, lastimosamente, muchos muchachos y muchachas, han pasado por el trauma de un divorcio, de una separación o de violencia intrafamiliar, lo que les hace tener un problema en el que no quieren formar una familia por volver a vivir esos momentos ya que, expertos en la materia, afirman que los patrones se repiten. Muchos, simplemente no quieren casarse por la Iglesia o solo se unen y dicen: “Si funciona nos casamos”, cuando sabemos que la Iglesia no nos pide eso. Ante esto, qué se puede hacer.

Realidad

Karla Ortíz, integrante del Pastoral Familiar, profundiza en este tema indicando que la ausencia de compromiso hacia el matrimonio y la familia, es una consecuencia de la falta de preparación matrimonial, del mal testimonio en sus hogares o matrimonios cercanos, las nuevas ideologías qué pretenden de fragmentar el núcleo familiar para volverlas vulnerables al consumismo y cultura de género, miedo al compromiso y creer falsamente qué esto les permitirá experimentar las veces que sean necesarias con las personas que encuentren en su camino, en una especie de turismo emocional que no implica entregar todo para no perderlo todo y estar siempre cómodos sin experimentar pérdidas económicas mí de cualquier responsabilidad, es uno de los grandes retos que nos plantea Amoris Laetitia.

Ejemplo

Para el presbítero Jony Murillo, párroco de la comunidad San José de la Montaña, nos explica que fomentar el deseo de querer conformar una familia en las nuevas generaciones, no es algo nuevo. “Ya la Iglesia en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, nos decía que la salvación de la persona, pero también de la de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar”, agrega el presbítero y acota que para que esto sea posible, debe de ser esencial establecer alianzas entre las personas, evidentemente, alianzas con Dios y con la Iglesia.

“En consecuencia, si deseamos que las nuevas generaciones conformen a la familia hay que comenzar desde el núcleo de nuestra propia familia, a través del ejemplo. Recuerden que las palabras convencen, pero lo que va arrastrar es el testimonio que se da en las familias”, concluye el padre Jony.

Bendición

Allan Rivera, director del campus Sagrado Corazón de Jesús de la Universidad Católica de Honduras es del criterio que, quienes no desean formar un buen matrimonio y una buena familia, se pierden del don más maravilloso que la familia da, porque, “En la familia, es donde uno aprende a ser mejor ser humano, allí se entiende también a nuestros padres, cuando nos regañaban y nos daban algunas lecciones que no nos gustaban”.

Quien forma una familia, aprende a tener a nuestra responsabilidad nuevos seres humanos, es allí donde el amor se hace viva vida, explicó. Rosa Godoy, delegada de la Palabra de Dios, considera que uno de los elementos claves es el amor, “si no hay amor, no se quiere formar una familia, porque fruto del amor son los hijos y un matrimonio que decide no tenerlos, viven tristes y se privan de uno de los regalos más maravillosos que nos da Dios”.

Es importante aclarar que, casarse y formar una familia, no alejará de los problemas y de las dificultades, pero se tendrá a Dios para afrontar todo esto y salir adelante, bien lo explica el Papa Francisco, al dirigirse a los esposos que, “sepan que sus hijos y especialmente los jóvenes, los observan con atención y buscan en ustedes el testimonio de un amor fuerte y confiable. «¡Qué importante es que los jóvenes vean con sus propios ojos el amor de Cristo vivo y presente en el amor de los matrimonios, que testimonian con su vida concreta que el amor para siempre es posible!».

Los hijos son un regalo, siempre, cambian la historia de cada familia. Están sedientos de amor, de reconocimiento, de estima y de confianza. La paternidad y la maternidad los llaman a ser generativos para dar a sus hijos el gozo de descubrirse hijos de Dios, hijos de un Padre que ya desde el primer instante los ha amado tiernamente y los lleva de la mano cada día. Este descubrimiento puede dar a sus hijos la fe y la capacidad de confiar en Dios”.

Las familias cristianas

Según indica el numeral 2205 del Catecismo de la Iglesia Católica, “La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera”.

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