¿Queremos en Honduras la paz?

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Les comentaba, la semana pasada, que estas semanas siguientes dedicaría este espacio para comentar el mensaje que fue leído al final de la Caminata del pasado 16 de agosto. De hecho, la primera frase de este mensaje nos desarma a todos: “Queremos creer que en Honduras no hay nadie que no quiera “la paz que brota de la justicia” (Is 32, 17).”

Yo me lo he planteado a manera de pregunta porque de verdad creo que no todo mundo quiere la paz, o si estamos hablando de lo mismo o si entendemos la paz de la misma manera.

La paz es producto de un esfuerzo en conjunto y que no es resultado de buenas intenciones ni puede ser construida por una sola persona.

Querer la paz es trabajar por ella, es construirla. Querer la paz es creer que es posible, que se puede alcanzar. Aunque lo llamen utópico porque la utopía no significa ilusión o fantasía, sino que de hecho, no es geográfica.

Quizás el mayor problema estriba precisamente en que todos estamos claros que la paz sin la justicia es imposible. Ahí sí, sería una fantasía. La Justicia, por algo lo pongo en mayúscula, no es negociable.

En un país en que el nivel de indefensión es altísimo, en el que la cultura de la denuncia no existe por miedo y en el que la justicia “solo sirve a los poderosos”, el trabajo por la paz es cuesta arriba.

«La justicia y la paz se besan», dice el salmista y es que el matrimonio entre ambas es indispensable. El divorcio de ambas es lo que nos lleva a lo que estamos padeciendo desde hace muchísimo tiempo.

Claro que estamos claros todos que no basta con hacer caminatas que son tan difíciles de contar, en la cabeza ideologizada de algunos, es necesario hacer sentir nuestro sentir. Aquí el tema que sigue no estriba en si habrá o no elecciones, sino en que participemos masivamente en ellas. Se la han pasado repitiendo que “dato mata relato”, pues el 30 de noviembre los datos deben ser un relato que hable de la libertad que aspiramos y la justicia que reclamamos.

El mensaje insiste en que: “hemos caminado juntos movidos por la fe en Jesucristo y por un sincero amor a Honduras”.

Aquí hay tres elementos que debemos subrayar con toda claridad. Caminamos juntos, quizás eso fue lo que más les sorprendió a todos. Evangélicos y católicos caminando juntos. Los que se han atacado mutuamente en tantas ocasiones y que aparentemente tienen posturas irreconciliables. Pues para que se den cuenta los expertos en dividir al país, la fe en Jesucristo mueve montañas y ayuda a todos a saberse hermanos.

Finalmente, la clave no es nuestro amor por Honduras, sino que el nuestro es sincero. Amar a Honduras no es de discursitos de aquellos que no quieren no creen en la democracia.

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