La Iglesia consagró el sábado a la Santísima Virgen María por iniciativa del Papa Beato Urbano Segundo. Durante su pontificado en Francia, ordenó en el Concilio de Claramonte rezar diariamente el Oficio de Nuestra Señora y, en los sábados sin celebraciones importantes, dedicar dicho día al culto de la Virgen María. Este Papa fue también el primero en otorgar la Cruzada contra infieles.
La elección del sábado tiene varias razones. Una de ellas es la conexión con los sufrimientos de la Virgen.
Otra razón se relaciona con la bendición divina al día del sábado, comparándola con la bendición recibida por la Virgen María de parte de las tres Personas de la Trinidad.
Finalmente, se destaca que el sábado, siendo un día intermedio entre el gozo del domingo y la penitencia del viernes, simboliza la posición mediadora de la Virgen entre Dios y los hombres.