Transcurridos los 50 días de la Pascua, hemos llegado al Domingo de Pentecostés, donde celebramos venida del Espíritu Santo, el soplo, el aire, el aliento de vida, que penetra los corazones de los seres humanos para realizarnos en todas nuestras dimensiones. Y justamente, esta solemnidad, es propicia para renovar nuestra vida y poner todo en manos del Paráclito para hacer las cosas con más sabiduría. Es por ello que el Padre Bairon Cárcamo, Vicario de la Basílica de Suyapa, hace énfasis en que el Espíritu Santo es el maestro interior, la esencia de Dios pura que nos transforma, que nos hace personas distintas. “El Espíritu Santo trabajando en todos los sacramentos, especialmente en la Reconciliación nos invitándonos a renovar nuestras vidas”, dijo.
RENOVACIÓN
El Presbítero añadió, que el Espíritu Santo hace todo absolutamente nuevo, además, nos hace capaces de resucitar y ascender a la vida celestial. “El Espíritu de Dios, el mismísimo Dios que es Espíritu Santo entra en nuestros corazones, nos transforma y renueva, así que no hay manera más óptima y más bella, que tener una linda relación con el Espíritu Santo porque de esa manera podemos mejorar nuestra condición de vida en cuanto a la relación con Dios”, enfatizó.
VIVENCIAS
La predicadora católica Nadya Girón, recalcó que necesitamos corazones encendidos, que ardan en el fuego del amor de Dios. “Usted tiene que ser esa lengua de fuego encendida sobre la cabeza del hermano que lo rodea. Pentecostés no es una fiesta, no es un día litúrgico, Pentecostés es toda la vida, cada día de su vida tiene que ser un Pentecostés, debemos mantener el corazón encendido en el amor de Dios, para que podamos transmitir a los demás lo que les hace falta, lo que se les perdió en el camino, lo que tal vez nunca han experimentado y necesitan experimentar a través de nosotros”, detalló Girón. Sergio Paz es miembro de la Parroquia Espíritu Santo y reconoce que Dios en la tercera persona viene desde el momento de nuestro Bautismo, y que cortamos relación con Él cuando caemos en pecado. “Él permanece dentro de nosotros, pero aun así hay que clamarlo diariamente porque es el nervio y motor de la Iglesia, y de nuestras vidas, el que nos ayuda a actuar cristianamente”, puntualizó.
El Espíritu Santo sobre los Apóstoles
De repente, vino del cielo un estruendo con un viento fuerte que llenó toda la casa donde estaban los discípulos. Aparecieron unas lenguas de fuego que descendieron sobre cada uno de los discípulos y todos fueron llenos del Espíritu Santo. La imagen del fuego representa el símbolo de la luz, del calor, de la energía cósmica, de la fuerza. El Espíritu Santo es todo eso: el fuego de la fe, del amor, de la fuerza y de la vida.