Esta afirmación se encuentra en los registros del Concilio ecuménico de Calcedonia (hoy Kadiköy, en Turquía) inspiración de San León Magno a quién la Iglesia Universal conmemora hoy. Cabe señalar que es en este Concilio en el que se reconoce y afirma la unión en Cristo de las dos naturalezas – humana y divina. De manera particular en este cita se da la intervención de León a través de un texto doctrinal fundamental: el “Tomo a Flaviano”, Obispo de Constantinopla. El documento es leído públicamente a los 350 Padres conciliares que lo acogen por aclamación afirmando: “Pedro ha hablado por boca de León, León ha enseñado según la piedad y la verdad”.
Algunos datos
Son muy escasas las noticias biográficas de él. Se conoce que Nació en la Tuscia y convertido en diácono de la Iglesia de Roma alrededor del año 430. La consagración como Pontífice – el 45° de la historia de la Iglesia – se produce el 29 de septiembre del 440. Se caracterizó por ser Defensor y promotor del Primado de Roma, es apodado como el “Pontífice Magno” deja a la historia unos 100 sermones y alrededor de 150 cartas, por lo que algunos le definen como teólogo y pastor. Estuvo atento a la comunión entre las diversas Iglesias, sin olvidarse de las necesidades de los fieles. Para ellos anima las obras de caridad en una Roma doblegada por las carestías, la pobreza, las injusticias y las supersticiones paganas. Durante su Pontificado, que duró 21 años, tiempo en el que es sujeto de varios primeros lugares:
- Primer Obispo de Roma que lleva el nombre de León
- Primer Sucesor de Pedro en ser llamado “Magno”
- Primer Papa de quien nos ha llegado la predicación
- También es uno de los dos únicos Pontífices (el otro es Gregorio Magno) que ha recibido, en 1754, por voluntad de Benedicto XIV, el título de “Doctor de la Iglesia”.
- Según algunos historiadores, León Magno también fue el primer Papa en ser sepultado dentro de la Basílica Vaticana. Aún hoy, sus reliquias se conservan en San Pedro, concretamente en la Capilla de la “Virgen de la Columna”.
Concepción Virginal en un sermón de San León Margo:
Con razón, pues, el nacimiento del Salvador no quebrantó la integridad virginal de su Madre. La llegada al mundo del que es la Verdad fue la salvaguardia de su pureza. Tal nacimiento, carísimos, convenía a la fortaleza y sabiduría de Dios, que es Cristo (1 Cor 1, 24), para que en Él se hiciese semejante a nosotros por la humanidad y nos aventajase por la divinidad. De no haber sido Dios, no nos habría proporcionado remedio; de no haber sido hombre, no nos habría dado ejemplo. Por eso le anuncian los ángeles, cantando llenos de gozo: gloria a Dios en las alturas; y proclaman: en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14). Ven ellos, en efecto, que la Jerusalén celestial se levanta en medio de las naciones del mundo. ¿Qué alegría no causará en el pequeño mundo de los hombres esta obra inefable de la bondad divina, si tanto gozo provoca en la esfera sublime de los ángeles? Por todo esto, amadísimos, demos gracias a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo, que, por la inmensa misericordia con que nos amó, se compadeció de nosotros; y, estando muertos por el pecado, nos resucitó a la vida en Cristo (Ef 2, 5) para que fuésemos en Él una nueva criatura, una nueva obra de sus manos. Por tanto, dejemos al hombre viejo con sus acciones (cfr. Col 3, 9) y renunciemos a las obras de la carne, nosotros que hemos sido admitidos a participar del nacimiento de Cristo