El discernimiento es un don de Dios que nos otorga la capacidad de tomar decisiones fundamentadas en su voluntad. La palabra discernir puede compararse con el proceso de “cernir” utilizado en la preparación de postres, que implica depurar impurezas o grumos de la harina, refinándola para obtener un producto más puro y de mejor calidad. De manera similar, el discernimiento consiste en purificar nuestras decisiones, eliminando dudas y confusiones, hasta alcanzar una comprensión clara de la voluntad de Dios.
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El Padre Rodolfo Varela, sacerdote de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, define el discernimiento como un proceso necesario en nuestras vidas, algo que nos concierne a todos. Por esta razón, comparte algunos consejos para vivir bien este proceso. “En primer lugar, la oración es esencial para el discernimiento. Es primordial dedicar momentos al silencio y la reflexión para escuchar la voz de Dios y disponer nuestro corazón a ello.
En esta etapa, siempre podemos pedir al Espíritu Santo que nos ilumine y nos ayude”, detalla el presbítero. Otro elemento fundamental, según el Padre Rodolfo, son las Sagradas Escrituras, donde encontramos luz en nuestro caminar. Además, es necesario examinar nuestras motivaciones, deseos y sentimientos en relación con la decisión que tomamos. San Ignacio de Loyola invitaba siempre a estar pendientes de los movimientos del espíritu, observando si provocan consolación o desolación, ya que, como se dice comúnmente, “Si te da paz, viene de Dios; si no, no”.
Otro consejo esencial es buscar acompañamiento espiritual. Una persona madura y sabia en la fe puede ser de gran ayuda y orientación, ofreciendo una perspectiva espiritual objetiva. El discernimiento no es un evento repentino, sino un proceso gradual. Hay que tomar siempre un tiempo para sopesar las opciones y considerar sus implicaciones. De igual forma, la persona que está en un proceso de discernimiento, debe permitirse a sí misma experimentar y aprender a través de la oración y la reflexión continua. A medida que se avanza, se pueden tomar decisiones progresivas que se alineen cada vez más con la voluntad de Dios.