En este cuarto domingo de Adviento, una vez más el Santo Padre salió al balcón el palacio apostólico para rezar el Ángelus junto a todos los files de diferentes naciones que llegan hasta la plaza San Pedro, al compartir su catequesis recalcó que el Evangelio presenta la escena de la Anunciación. El ángel, para explicar a María cómo concebirá a Jesús, le dice: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra» Detengámonos un poco en esta imagen, la sombra, dijo.
En este sentido, El Pontífice recuerda que, en la tierra de María, perennemente soleada, una nube pasajera, un árbol que resiste a la sequía y ofrece cobijo, una tienda hospitalaria brindan alivio y protección.
Durante su exhortación, Francisco nos motivó a que en esta Navidad podamos ser una sombra que repara, una amistad que consuela, para las personas solas y necesitadas. “Pensemos en todos, pensemos en los marginados, en los que estos días están lejos de la alegría de la Navidad. Pensemos en todos con la bondad de Dios. Recuerden esta palabra: la bondad de Dios”.
Además, hizo énfasis en que Dios está para nosotros, es nuestro cobijo y nuestro refugio “Así se comporta el amor fecundo de Dios. Y ese amor lo podemos experimentar cada uno de nosotros, cuidando a los demás con amabilidad, entre nosotros. “Dios ama así y nos llama también a nosotros a hacer lo mismo: acogiendo, protegiendo y respetando a los demás”.
Nos hizo reflexionar si en la víspera de la Navidad: ¿Yo deseo dejarme envolver por la sombra del Espíritu Santo, por la dulzura y por la mansedumbre de Dios, por la gentileza de Dios, haciéndole un sitio en el corazón, acercándome a su perdón, a la Eucaristía? Y después: ¿Para qué personas solas y necesitadas podría ser una sombra que repara, una amistad que consuela?
Y culminó diciendo; que María nos ayude a estar abiertos, acogedores ante la presencia de Dios, que con mansedumbre viene a salvarnos.