Palabra de vida |“Y le llevaron un sordomudo…”

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En este mes de la Biblia la proclamación de los textos para este domingo, ponen el énfasis en esa palabra de Jesús que cumple lo que dice. En efecto, se trata de un término que el evangelista recoge con exactitud: “Effatá” es decir, “¡Ábrete!” que Jesús pronuncia en la lengua común de su tiempo, el arameo. El telón de fondo es precisamente esa área territorial de Galilea, llamada la Decápolis, región habitada por paganos. Comprendiendo donde está Jesús, su gesto para con el sordomudo, está anunciando a estos pueblos, que la salvación está allí presente con Él.

El gran mandato: “¡Ábrete!” se realiza “inmediatamente”, se le abrieron los oídos y se le soltó la lengua al enfermo. Ese “inmediatamente” pasa ahora a esos pueblos, que ante el poder de la palabra divina, deberán escuchar y luego proclamar ese mensaje que les ha devuelto la vida. Pero también, en el sordomudo se encuentra el retrato del creyente que profesa su fe, rompiendo el silencio del pecado y del hombre viejo. La Palabra de Cristo, que dirigida al hombre de oídos y labios cerrados, debe escuchar su imperativo: “¡Effatá!”, es Palabra de Cristo, que es palabra de Dios, que obra y libera, trastorna las fronteras del dolor y de la miseria, “abriéndolas” a la irrupción de la esperanza y de la alegría. En este domingo, más que ver un prodigio espectacular, Jesús quiere hacer un acto que transforme sobre todo la conciencia: los oídos sordos en la Biblia son a menudo signo de un corazón indiferente.

Sin la palabra eficaz de Cristo el hombre permanece sordo al evangelio. Por eso en el antiguo rito bautismal, se introdujo el rito del Effatá sobre el niño que acaba de ser bautizado para que ahora sea el que escuche la Palabra de Dios y la comunique a los demás con sus labios y con su vida. La frase de Isaías que escuchamos en la primera lectura: “Se abrirán los oídos de los sordos y gritará de alegría la lengua del mudo”, prácticamente Marcos ve como el anuncio de un acto que ahora Cristo está realizando, es signo de una nueva y radical liberación. Jesús de Nazaret es en verdad el “Mesías”, es decir, la Palabra última del Padre, que ha venido para leer la necesidad de vida que todos tenemos y rehabilitar esa capacidad de oír necesaria para atender al llamado de vida que su palabra nos quiere dar.

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