Hoy caminando juntos en este maravilloso tiempo de conversión, acompañamos a Jesús, el misterio de todo un Dios que se oculta bajo los rasgos de un hombre que camina por los senderos de Palestina. Hoy el texto sagrado nos hace contemplar su resplandor, sus tres discípulos han podido ser testigos de algo que pronto se develará plenamente, algo en Él comienza a despuntar. Lucas es el único de los evangelistas para conectar este acontecimiento del Monte Tabor, como lo es conocido por nosotros, con la Pascua al señalar el diálogo de Jesús con Moisés y Elías: “Hablaban de su muerte que se cumpliría en Jerusalén”.
Señalemos amigos que la traducción de “partida” (muerte) no corresponde exactamente al original griego que habla de “éxodo”. Él es en verdad el nuevo Moisés que llevará al resucitar y subir al cielo, como dice la Carta a los Hebreos, a una gran multitud de rescatados como el líder que va a la cabeza del grupo. Ese será el verdadero Éxodo de la esclavitud del pecado, de la muerte hacia la libertad perfecta y la vida. Lucas al señalar que sube a un monte, lugar del encuentro con Dios, como señala la Biblia y por ende lugar de oración para todos los hombres creyentes, coloca a Jesús que sube ante la inminencia de su final destino que intuye será doloroso, sube para orar y en esa cumbre espiritual el Padre mismo le hace probar con su oración, la transfiguración, en griego “metamorfosis”.
Envuelto en la luz, signo divino, sumergido en la gloria, venerado por Moisés y Elías, símbolos de la ley y los profetas, Cristo “se revela” en su profunda y misteriosa verdad: “Este es mi Hijo, el elegido”, le dice el Padre. En este domingo el cristiano orando sinceramente y con constancia se permite ver la epifanía del Hijo de Dios, reconociendo el lazo de amor profundo que une a Jesús al Padre. El maravilloso efecto de la oración que le permite al Hijo, ver y probar la gloria luego de su dolorosa pasión.
Subió al monte seguro que su ser humano le agitaba por el miedo y el terror su propia alma, pero ora y el Padre que le viene a su encuentro le colma de paz y seguridad que después del tormento y el horror de la cruz, sus cinco llagas se llenarán de gloria y su vida resplandecerá para siempre como primogénito de entre los muertos. Nos ayude a la oración de este día para meditar en el camino de Jesús y el nuestro.