Palabra de vida | “Sopló sobre ellos…”

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Nos encontramos en el final del tiempo pascual y el inicio de la vida de la Iglesia hasta que el Señor vuelva. Cierra este tiempo y ciclo litúrgico el don prometido para ellos del Espíritu Santo. Pentecostés originalmente fue la fiesta estival de la siega. El judaísmo la había transformado en alegre conmemoración del don de la Ley del Sinaí: Los Diez mandamientos dados por Dios a los israelitas. Pero para nosotros, es la celebración de la Nueva y Perfecta Alianza, invadida por el Espíritu Santo de Dios infundido en los corazones de piedra del hombre pecador, según la promesa de Jeremías (cap. 31). Esta fiesta, narrada por San Juan, es el don pleno de la Pascua del Señor Resucitado. Es Él mismo, que el mismo día de la resurrección, “sopló sobre ellos”.

En hebreo como en griego, una misma palabra significa tanto “el viento”, “el espíritu”, “el soplo” de aire, y “el soplo” vital. El Espíritu de Dios es, pues, el soplo de vida, la fuente de la creación, el principio de una nueva existencia interior. En el Pentecostés de Juan, ya que Lucas nos los narra en los Hechos de los Apóstoles, Cristo aparece como el Creador del hombre nuevo, liberado del pecado y del mal. Efectivamente, las palabras que acompañan el gesto simbólico del soplo son emblemáticas: “A quienes les perdonen los pecados les serán perdonados”. A través del Bautismo y la Reconciliación la Iglesia celebra un continuo Pentecostés: es por excelencia la fiesta del perdón, de la novedad, de la liberación. En Pentecostés celebramos la continua recreación del mundo y del corazón humano. En verdad, Él ha renovado y recreado a la faz de la tierra. No es un don en espera, es un don ya prometido y dado a todos los cristianos.

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