Palabra de vida |“Pero yo les digo…”

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Con el hermoso Evangelio de hoy, vemos como para el propio Jesús de Nazaret el Antiguo Testamento sigue siendo Palabra de Dios, tanto en su valor intacto de normatividad personal y comunitaria para todo el pueblo de Israel. Al decir: “En verdad les digo ni un punto ni una coma desaparecerá de la ley hasta que todo se cumpla”, asegura que toda la Palabra tiene su carácter de revelación y cumplimiento hasta el detalle más microscópico como puede ser un jod (“jota”), la letra más pequeña del alfabeto hebreo, se cumplirá. Él, ante la Palabra de Dios que escuchamos, pretende que no hagamos una lectura literal y legalista de ella, que nos impida ver su cobertura a los demás aspectos de la vida humana.

En efecto, Jesús aparece hoy en la línea del espíritu profético, rompe el esquema legalista de la ley, advirtiendo que el Decálogo es un signo esencial de una actitud interior total que debe implicar todas las elecciones cotidianas. De allí el sentido de las afirmaciones: “Han oído que se dijo a los antiguos…. Pero yo les digo”. Con esta revelación novedosa que Jesús hace le da un vuelco a la religión judía transformando la observancia fría de un código legal a una adhesión total de la conciencia y de la existencia.

Contra los 613 preceptos de la Ley enumerados por los rabinos (248 cuantos son los huesos del cuerpo y 365 cuantos son los días del año), Cristo nos recuerda citando por igual el Antiguo Testamento, que el mandamiento es uno sólo, pero que abraza todo acto y todo instante de la vida: “Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente y amarás al prójimo como a ti mismo”, de este mandamiento dependen “La Ley y los Profetas” (Mt 22, 27-40). En conclusión, hoy vemos que de este maravilloso Sermón de la Montaña, se han iniciado estas “seis antítesis”, rimadas por esa frase contante a manera de refrán: “Han oído que se dijo a los antiguos… Pero yo les digo”.

A Través de esta técnica literaria de contraposición, Jesús desea demostrar cómo Él vino “no para abolir” el Antiguo Testamento sino para “llevarlo a su cumplimiento” y a su plenitud. Hoy hemos escuchado cuatro de estas antítesis, invitándonos a seguir muy de cerca ese cumplimiento y plenitud que Jesús-Maestro nos quiere revelar para que podamos aplicarlo en la vida personal y comunitaria los 365 días del año.

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