Estimados lectores, el texto evangélico de Marcos de este domingo nos permite viajar espiritualmente junto a Jesús, cuyo punto de partida es la oscuridad de la noche interior y que tendrá su punto de arribo la tarde fulgurante del Calvario, donde el hombre Jesús será reconocido como “Hijo de Dios”, en la espera luminosa de la pascua de la que continuará el viaje para llegar al interior de la comunidad cristiana. Leer y meditar este texto, todavía hoy es la invitación a que juntos subamos a esta trayectoria para poder redescubrir todavía hoy quien es Jesús, desde su misterio de muerte y resurrección acto de salvación supremo del Mesías que nos dio un cambio de dueño.
No hay que olvidar o extrañar que hoy las referencias a la salvación se vuelvan, si cabe, más insistentes cuando salimos al espacio de la cultura popular. No en vano, ¿Qué es la saga de la Guerra de las Galaxias sino un mito de redención? ¿De qué trata la obra de J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos, sino la victoria sobre el mal? O las Crónicas de Narnia basada en la hepatología escrita por C.S. Lewis, ¿No giran básicamente en torno al tema del sacrificio? En efecto, en los capítulos anteriores de este Evangelio, van poco a poco revelando su misterio, que lo ha ocultado bajo el velo del llamado “secreto mesiánico”, para comprender que el acto salvador de Cristo, no corresponde a un mito popular.
Por eso es fundamental hoy la confesión de Pedro: “¡Tú eres el Cristo!”. Sin embargo, la afirmación de Pedro es incompleta, será necesario desarrollar el camino que va desde este momento hasta recorrer el Viacrucis de la muerte y su entrega total, todo terminará en la colina del Gólgota y en la cruz en donde el Mesías pobre y sufriente dejará caer el último velo de su rostro y se revelará como “Hijo de Dios”. Este es el mensaje central de todo el Evangelio, que en este mes de la Biblia estamos invitados a recibir con renovada devoción.