PALABRA DE VIDA | “Llamar a la puerta…”

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Con la imagen de “llamar a la puerta” con la que muchos de manera tardía desearán entrar en la Jerusalén del cielo, imagen evoca por igual esa puerta, la que está abierta para quienes habiendo conocido cuál era la llave de ingreso, se mantuvieron fieles. Entrar, es la meta de la vida cristiana, entrar a esa Jerusalén que viene presentada en este evangelio de Lucas, el evangelista del universalismo cristiano, abierta a todos y en donde esa ciudad del espíritu, tendrá en sus libros los nombres de todos “ya no huéspedes y extranjeros, sino ciudadanos de los santos y familiares de Dios” (Ef 2,19).


Aunque por igual la promesa de que incluso los paganos, como el samaritano será ciudadano, el Jesús de Lucas, añade un matiz polémico respecto a las mezquindades religiosas y racionalistas de todo tiempo. De allí la pregunta: “¿Serán pocos los que se salven?”. Jesús supera el tema de la cantidad y pasa al tema cualitativo. Ya no es perteneciendo de manera a las tradiciones propias o de grupo, cumpliendo estrictamente las normas y preceptos establecidos, se entra por lo que es en realidad la llave que abre el ingreso, el sentido de pasar por la “puerta estrecha”, es decir, por el empeño serio y personal por la conquista del Reino de Dios. Esta es la garantía de estar por el camino correcto que lleva a la luz de la salvación.

Se adelantan sobre todo los que están convencidos de ser “cristianos” y seguidores de Cristo más que sus amigos porque han gritado y señalado continuamente su identidad a los cuatro vientos. Pero he aquí la fría respuesta de Cristo repetida dos veces: “No los conozco, no sé de dónde son”. No basta haber “comido y bebido” la Eucaristía, o escuchado o proclamado su palabra, se trata de haber hecho la opción
fundamental por Él y su Reino, la elección que comprende el todo de nuestra vida, nuestra inteligencia y voluntad, tiempo y trabajo, alegría y juventud, etc. Jesús lo pide todo, nuestra fe y amor plenos que nos abra las puertas de la fiesta eterna del cielo.

Así este verbo griego usado por Lucas y traducido por “esfuércense” es todo una exhortación: agonizesthe indica una lucha, esa especie de
“agonía” que supone el combate, lleno de lucha, sufrimiento y fatiga que involucra todo el ser y no solo la mente y el corazón. A esto nos
llama el evangelio de hoy, a luchar con todo nuestro ser por alcanzar con alegría y perseverancia el Reino de Dios.

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