Palabra de vida | “La Verdad Plena…”

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¿Qué ha pasado con Dios? Pregunta esta que viene de una obra de Nietzsche, “La gaya ciencia”. Es una presentación podemos decir del miedo del hombre que en un acto de soberbia extrema ha matado a Dios quitándolo del horizonte de la vida. De aquí que la Solemnidad de hoy, nos lleve con humildad como dice Jesús en el Evangelio ante el Espíritu Santo: “El Espíritu de la Verdad, Él los guiará a la verdad plena”. Por lo que esta solemnidad quiere re-proponer a todos los cristianos la maravillosa realidad de Dios que en su divinidad es familia, es cercanía y amor. El evangelio de Juan de hoy nos da la quinta promesa de la que emerge una vez más la relación que hay entre el Espíritu Santo, el Padre y el Hijo.

El Padre ha comunicado al Hijo todo cuanto tiene, es decir, toda su vida y su verdad. Jesús como Hijo, nos ha revelado ese gran misterio, pero para nuestras pequeñas mentes humanas una revelación tan grande requerirá una gran dilatación en el tiempo y en el espacio. Realidad para nosotros solo posible por la acción del Espíritu Santo, que es quien nos llevará a la verdad plena. Tan maravilloso evangelio de hoy nos habla pues, de Dios en Trinidad, siendo un solo Dios es a la vez tres Personas Divinas de igual dignidad y naturaleza como nos lo dirá el prefacio de la misa, Pero lo más consistente que nos ofrece el evangelio es la dinámica de la comunicación divina que tiene al Padre por origen, es proclamada por el Hijo y solo es interpretada en plenitud por el Espíritu.

La vivencia del año Litúrgico que seguimos recorriendo nos advierte que Dios no es un solitario empedernido, un juez tirano o el dueño del mejor circo. Dios es Creador, Redentor y Santificador. Su ser mismo, está volcado al ser humano al que llama para que comparta en el amor toda su realidad divina. Con el evangelio de este día se nos revela, además, como la Trinidad viene luminosamente presentada en la obra de Cristo y en sus Palabras. Siendo el Padre que entrega al Hijo Jesucristo “todo lo que tiene”, permite además que este Hijo por la acción del Espíritu entregue a su vez a la Iglesia “la verdad plena” de su misterio, para que a la vez ésta sea reflejo de esa misma Santa Trinidad en su misión en el mundo hasta que todo sea entregado por el Hijo al Padre. Buena entonces de nuevo la oportunidad para decir lo que nos enseñaron desde niños: “¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”!

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