Palabra de vida |“La finca de un hombre rico dio una gran cosecha…”

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La elocuente parábola de Jesús para este domingo, nos permite ver un extraordinario contraste entre el proyecto del hombre rico que se contempla con una bodega de “muchos bienes para muchos años”, viéndose en su futuro próximo y lejano lleno de alegría, placeres, sin la más mínima señal de preocupación alguna o desventura. Pero junto a esta visión miope de la vida señala Jesús, que el designio de Dios para Él estaba marcado por aquella “misma noche”, como realidad inequívoca de que todo había llegado a su final. Por eso que la reflexión sapiencial que emane de estas dos posiciones la del hombre y la de Dios, lleva a la pregunta también formulada por Jesús: “¿Para quién será todo lo que has acumulado?”.

De inmediato nos aflora en el final de esta parábola la afirmación espontánea que cada uno de nosotros puede hacer: ¡Qué pena por este hombre! ¡Tanto que trabajó para nada! El destino del hombre no está plenamente en sus manos, las afirmaciones que en el pasado se decían siempre antes de iniciar un viaje, una empresa, revelaban la sabiduría del hombre prudente: ¡Si Dios quiere! El Evangelio de hoy nos enseña que el destino del hombre, como el mismo designio de Dios para nuestras vidas, llega de improviso, por lo que no hay que estar distraídos sino vigilantes y atentos. No se deben tener las manos llenas de cosas que hay que dejar a ver a quién, sino que hay que estar llenos de obras que nos acrediten justos ante Dios.

Del mismo hombre anónimo de la parábola se deduce que la mejor opción ante la vida no es la de estar fijos viéndonos en nuestras reales o ilusorias esperanzas puestas en las cosas materiales, más bien deberemos estar todo lo contrario a él, es decir, estar de pie como un peregrino que está listo con su mochila y sus sandalias, para ir siempre caminando hacia delante. Bien nos recuerda el mismo Jesús: “Estén preparados y con las lámparas encendidas” (Lc 12, 33-35). La pandemia que todavía vivimos nos puede dejar muchas lecciones y, una de ellas bien podría decirnos que la fragilidad del ser humano, invita a pensar siempre en Dios y esperar todo de Él, porque solo Él ha sido nuestro origen y será nuestro final destino.

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