Palabra de vida |“Jesús llamó a los Doce… no tomen nada para el camino…”

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En el Evangelio de este domingo, Cristo les dirige un breve llamado a los primeros discípulos del grupo de los Doce, basado en dos compromisos fundamentales: la pobreza y la valentía. Este llamado encaminado a la “Misión”, exige la entrega total, las manos deben estar libres de bolsas y de dinero; la grandeza de la figura del apóstol no se mide sobre las insignias oficiales y sobre las túnicas diversas y bien recamadas; el viaje misionero no se ve pavimentado y rodeado de los privilegios ofrecidos a diplomáticos y embajadores.

Al contrario, continúa Jesús, la misión conoce el rechazo, con puertas que se cierran, con oídos que ignoran, con los labios que menosprecian. Con el único tesoro de la palabra de Dios y con la fuerza de su Espíritu, el discípulo camina por el mundo sembrando la esperanza y la alegría entre quienes quieren acogerlo y escucharlo. Nadie deberá olvidar, escuchando tan maravilloso relato, que la iniciativa de la llamada ha sido del Señor, como señala la carta a los Hebreos, nadie se puede arrogar este privilegio, es puro don gratuito y libre de la voluntad divina.

La llamada de Jesús, entra dentro del misterio que encierra, esa acción de Dios que ha querido romper el silencio de su realidad con su palabra y sus obras. De aquí que elija a los Doce, para que puedan ser continuadores elegidos de este proyecto de salvación y, éstos a su vez puedan llevar el eco de su voz a otros que quieran escucharla para luego seguirla. La vocación es, pues, un dejarse aferrar, conocer, buscar y dejarse encontrar por Dios que pasa por las calles de nuestras ciudades, por los caminos de nuestros campos y toca a las puertas de muchos hogares. Él sabe elegir a los que quiere, cuándo quiere y a dónde quiere. Deberemos no estar distraídos o encerrados en nuestros propios egoísmos, para rogarle como lo hizo Abrahán cuando el Señor pasó por su casa en el encinar de Mambré: “Mi Señor, por favor, te ruego que no pases sin detenerte con tu siervo” (Gn 18,3). Con la Palabra de Dios de este domingo, podríamos preguntarnos para ayudarnos a la reflexión: ¿Ha pasado el Señor por mi vida en algún momento? ¿Qué respuesta le he dado a su llamada?

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