El escenario para la escena evangélica de hoy, es el pozo de Jacob, refiere sin duda a esa mística muy gustada por el evangelista Juan, la “mística del espacio”, donde ubica el mensaje en un lugar que hable tanto como las palabras. El gran signo topográfico de hoy es el agua del pozo, que llama a un significado muy alto y profundo. Para el hombre oriental buscar agua es fundamental, sabe que no solo es fuente de frescura y purificación, sino que es también la raíz de toda vida y fecundidad.
El agua combate la muerte del desierto haciendo allí renacer la vida; el agua fortalece las fuerzas para el peregrino cada día. Bajo este concepto están las palabras de la mujer samaritana: “Señor, dame de esta agua para que no tenga más sed”, que para nuestro contexto es la súplica de todo cristiano. Buscamos no un agua que aunque fresca y santa como la del pozo de Jacob, no es suficiente, buscamos “el agua que brota para la vida eterna”, es decir, Cristo con su bautismo que nos regenera y nos da la vida verdadera: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba el que cree en mí” (Jn 7,37).
Vemos pues, como todo el diálogo, género literario joánico para presentar su mensaje, está precisamente basado en el agua. Para la Biblia misma es un gran signo teológico. 1500 versículos del Antiguo Testamento y 430 en el Nuevo Testamento, están podemos decir “sumergidos” en este fundamental tema, con su cometido fundamental de dar la vida. Por eso, este discurso es una invitación a retomar en el camino cuaresmal con el símbolo del agua tan amado en la cultura bíblica, con su profundo valor espiritual, como signo del bautismo y de la purificación para nuestra vida. San Gregorio Nacianceno, Padre de la Iglesia, exclama: “Dios tiene sed del que tenga sed de Él”. Referido a nuestro itinerario cuaresmal, es clara invitación a buscar en Dios el agua que calma nuestra sed interior y existencial.
Sin Dios la vida es soledad y angustia, es vacío y desierto, en otras palabras es muerte. Así como la tierra está muerta sin la lluvia y lo vemos estos días de verano, así el creyente tiene necesidad de Dios y de su palabra para estar vivo y existir. Con las palabras del Salmo 63 podríamos orar esta semana tercera de cuaresma, haciendo eco de su mensaje: “Mi alma está sedienta de ti, como tierra reseca agostada sin agua”. La experiencia que narra Juan de la Samaritana, es llamado a descubrir al verdadero manantial de la vida y a experimentar como dice Santa Teresa de Jesús: “La sed expresa el deseo de una cosa, pero un deseo tan intenso que morimos si carecemos de Él”.